Tal vez sea una pregunta muy directa pero es que el relato, que a continuación les voy a narrar, exige de esta pregunta. Si creen en la vida extraterrestre les gustará, si no creen con esta historia empezarán a creer.
Para introducir la historia les voy a contar que Autodefensa es el mejor grupazo de Punk-Rock de la historia y que los dos hermanos miembros fundadores de la banda trabajaron de camareros (con todo lo que ello implica).
Sábado tarde de invierno de principios de 1995. El bar donde Autodefensa desarrollaba su actividad profesional estaba colmado de clientela. Jóvenes y no tan jóvenes consumían sus cervezas, cafés con leche y algún Martini (Bianco, por supuesto). Un ambiente jovial en el que la música se mezclaba con chistes, risas y todo tipo de conversaciones.
Mientras servía una y otra cerveza me fijé en un ser humano que no había visto antes por el bar. Misterioso personaje que despertó mi curiosidad. Caballero de 1.80 metros y unos 70 kilogramos, figura esbelta, cabeza erguida y de forma estirada, gafas con montura de alambre sin mucha graduación, pelo castaño y corto no muy poblado, vestía unos pantalones de "pinza" de color marrón y una camisa a cuadros, encima de ésta llevaba un "cárdigan" marrón a juego y remataba su vestimenta invernal con una gabardina de color canela. Me llamó la atención el que estuviera todo el tiempo observando a todo el mundo sin perder detalle de lo que se cocía en el bar. Llegué a pensar que podía tratarse de un policía secreta que estaba al acecho por si, entre tanto Heavy, Punky y viejo tomando el cortado, pudiera surgir un posturón de hachís. Más tarde me dí cuenta que ese hombre estaba por encima de cualquier policía. A cada cerveza que tomaba siempre dejaba 25 pesetas de propina. ¡Coño! cinco duros de propina era una pasada. Te permitía un partidilla al videojuego.
Pasaron los días y el misterioso visitante fue cada vez más asiduo. Al poco tiempo ya había entablado amistad con varios de los parroquianos del bar que ya le llamaban por su nombre:
Cliente: ¡Pedro! -decía llamarse- ¿Echas una partida al ajedrez?
Pedro: Ah! ¿Por qué no? Gracias.
Jugando al ajedrez era de película. El tío batió a los más grandes jugadores del bar y del barrio. Demostró una inteligencia sobrehumana que, junto con esa misteriosa curiosidad por el entorno, me hizo sospechar de que nos estábamos acercando a algo de fuera de este mundo.
Un día mientras unos chicos estaban jugando a las cartas, Pedro no paraba de mirar por encima de las cartas de uno de los jugadores. No sólo eso si no que además estaba hartándolo de preguntas acerca del juego.
Pedro: Disculpa. Si tiras esta carta ¿Qué pasa?
Jugador: No mira, no puedo tirar esta carta aun porque me la reservo. Verás, el objetivo es sumar quince con las cartas que hay en la mesa. Si tiro una carta y sumo quince con parte de las cartas que hay sobre la mesa, me llevo una baza. Si consigo sumar quince con todas las demás cartas de la mesa me llevo una escoba. ¿Lo ves?
Pedro: Uhm... no sé.
Jugador: Tú mira cómo juego. Así aprendes.
Entonces Pedro murmuró unas palabras que sólo yo pude oir.
Pedro: Ya. Si para eso estoy yo aquí, para aprender.
Estas palabras son las que me hicieron pensar que el misterioso Pedro había sido enviado a nuestro planeta para investigar el comportamiento del ser humano en los bares. De hecho llegó a tener bastante relación con los clientes más jóvenes del bar y, supongo, que llegó a aprender mucho de ellos hasta el punto que un día, hablando de música él descubrió que nos gustaba el Heavy Metal. A la semana siguiente se presentó con dos cintas de cassette: el “Sad Wings of Destiny” de Judas Priest y el “Raging Silence” de Uriah Heep, compradas a toda prisa en una gasolinera. El hecho que fuera Heavy le hacía un poco más cercano a nosotros y le permitía seguir de cerca las investigaciones sobre los seres humanos en los bares.
El misterioso visitante del espacio exterior tuvo un fallo. Un día le llamé por el nombre que nos había dicho y él me rectificó.
Yo: Disculpa, Pedro.
Extraterrestre: No. Me llamo José.
¿Por qué nos había dicho semanas atrás que se llamaba Pedro? En mis investigaciones particulares deduzco que Pedro era el nombre perfecto para aquél que, como el pescador bíblico pescaba almas humanas, en un principio pescaba conocimientos de los humanos. El cambio de nombre, supongo que venía porque se había encariñado de nosotros y se sentía más como el padre de Jesús en quien estaban puestas las esperanzas de salvación del mundo. En este caso José veía a la Juventud del bar como los auténticos herederos del planeta y, quién sabe, de su planeta. (me parece que estoy desvariando).
A partir de entonces, y siempre de cara a la intimidad de mi círculo de amistades, me referí a él como “Pedro-José, El Extraterrestre”.
Ahora era nuestro momento de preguntar quién era, de dónde venía. No podía ser que un jambo, salido de la nada, se presentara en el bar, sin más, e intentara hacerse amigo nuestro. ¿Qué hacía todo el fin de semana este ser de otra galaxia allí? Y es que un tío de unos 35 ó 40 años qué hacía solo en ese barrio en el cual nadie le había visto antes. Pues bien, ya he dicho que era una inteligencia superior, así tenía salidas para todo. Nos contó que él vivía en Banyoles (Girona) y que era topógrafo de profesión (¿Os suena una serie de TV checa llamada “Los Visitantes” de finales de los 70? Sí los que comían amerunes), el motivo de su visita al barrio era que sus padres vivían en él, y él bajaba los fines de semana a visitarlos, pero decía que se aburría a veces en casa de los viejos y entonces se despejaba viniendo al bar.
Una tarde no llevaba suficiente dinero y dejó a deber 5 cervezas. Al fin de semana siguiente pagó, pero dejó a deber 5 cervezas más. Al cabo de un mes ya acumulaba una deuda de 10 cervezas.
Pasó largo tiempo sin verlo por el bar hasta que un buen día lo pillé de espaldas en la calle Concepción Arenal del Barcelonés barrio de Sant Andreu. Allí lo paré y él me reconoció al momento.
Pedro-José: ¡Hombre, hola! ¿Cómo va?
Yo: Pues con ganas de verte por allí.
Pedro-José: Oh! No me digas que es porque te debo unas cervecitas.
Yo: Pues sí.
Pedro-José: Bueno, no te preocupes. Este fin de semana iré por allí ya que ahora voy a estar un tiempo trabajando por Barcelona, aquí en la Meridiana. Si no apareciera, toma mi número de teléfono, me llamas para recordármelo.
Ni qué decir tiene que pasó por el bar. Pagó su deuda pero dejó a deber 3 cervecitas más al oir que cerrábamos el bar. ¡Qué hijo puta!
No volvimos a verlo más pero ya que yo tenía su número de teléfono, un día nos dispusimos a gastarle una broma telefónica de aquellas que se hacen a las 3 de la madrugada.
Marqué el número de teléfono y en cuanto descolgaron se oyó:
Pedro-José: ¿Diga?
Yo: Buenas noches. ¿Está José?
Pedro-José: Sí, soy yo.
Entonces me quedé parado y no sabía qué decir. Podía terminar diciendo “eres un hijo de puta y te he sacado de la cama” y colgar el teléfono, ó “Hola, capullo, soy la voz de tu conciencia” y colgar el teléfono. Pero no, me quedé petrificado cuando oí su voz y no se me ocurría nada cabronamente-gracioso para soltarle en medio de la noche. En eso que fue él quien me sorprendió:
Pedro-José: Ah! Hola! Tú eres el del bar. ¿Cómo va todo?
Un servidor, acojonado perdido, colgó el teléfono a toda prisa. Me quedé helado de cómo, después de meses de su última visita y sin haber conversado más de cinco minutos seguidos, me había reconocido la voz. Me sorprendió mucho que a las 3:15 de la madrugada su voz fuera completamente nítida y de tonalidad normal. No sé si a ustedes les pasa pero cuando yo cojo el teléfono por la noche suelo bajar el tono de voz porque suele haber gente durmiendo en casa ó ya por los mismos vecinos. Derivado de esto se me plantean varias hipótesis:
1. Me reconoció porque el número de esa línea telefónica sólo me lo había dado a mí. Por tanto, cualquier llamada entrante por esa línea sólo podía ser mía. Supongo que tendría tecnología suficiente para permitirse varias líneas telefónicas para sus investigaciones.
2. Me reconoció la voz dada su prodigiosa memoria sólo posible en organismos de evolución superior. No olvidemos que si hay seres que visitan el planeta Tierra es porque tienen una tecnología avanzadísima que les permite viajar a través del espacio. No es de extrañar que gocen de mejor memoria que nosotros, simples humanos.
3. Si hablaba con una tonalidad de voz normal (40 a 50 dB.) es porque no tendría el más mínimo apuro en despertar a nadie. Estaría solo, o tal vez en una sala insonorizada como si de un laboratorio secreto instalado en un apartamento se tratara.
No me he atrevido a volver a gastarle ninguna broma más. Muy posiblemente me vendrían a visitar los hombres de negro para hacerme olvidar todo lo ocurrido. El caso es que la historia aquí narrada es (casi) toda completamente verídica y todas las teorías por mí formuladas han sido compartidas con gente que también conoció a la entidad que he descrito, a parte de que ahora hago de dominio público la experiencia.
Sepan, mis lectores, estamos vigilados. Gobierno, policía, extraterrestres, etc... todos nos observan. Sean precavidos.