Volvía yo de trabajar en tren. Me encontraba en un asiento, dentro de un compartimento para cuatro pasajeros de un cercanías, acompañado de una señorita sentada en los asientos de en frente, en diagonal a mi. La señorita parecía completamente ajena a todo a causa de la música de parecía que estaba escuchando con su Walkman. El asiento de delante estaba libre esperando a un pasajero que tenía que llegar en una estación u otra. Unos pocos viajeros más terminaban de llenar el espacio que tenía a mi vista, todo el mundo bien sentado y dejando libres muchos asientos más.
El tren se detuvo en una estación de la ciudad de Barcelona. Por la puerta más próxima al lugar donde yo me sentaba entró un señor vestido de manera elegante y que adornaba su atuendo con una pajarita, una prenda que no se suele ver mucho durante la semana laboral y que aquel señor vestía de la manera más natural del mundo, realzando un estupendo bigote. Su aspecto parecía sacado de una novela de Sir Arthur Conan Doyle, recordando a personajes como el Dr. Challenger o el mismísimo Sherlock Holmes.
Ese misterioso señor entró de manera elegante y saludó a los pocos viajeros que poblábamos el vagón del cercanías de la siguiente manera:
- Buenas tardes y a la paz de Dios a todo el mundo.
Curioso saludo, sí señor. Todo un ejemplo de educación que me dejó sorprendido. No pude hacer menos que responder con la misma cortesía con la que se nos había dirigido. El buen hombre se sentó en el asiento que tenía yo en frente y mantúvose distraído durante varias estaciones observando el entorno y analizando a sus compañeros de viaje con miradas bien disimuladas. Por supuesto que reparó en el detalle de mi indumentaria compuesta por pantalón negro y una chaqueta de tipo Cruzada, como la que llevamos los Heavies, Punkies, Rockeros, etc... Este detalle es importante ya que fue el que puso mecha al asunto para entablar conversación conmigo.
Para romper el hielo me preguntó usando un catalán macarrónico:
- Perdoni, senyor. Té vostè hora bona? (disculpe, señor. ¿tiene usted hora buena?)
Yo miré el reloj y le respondí en la misma lengua:
- I tant. Ara són tres quarts de vuit. (por supuesto. Ahora son las ocho menos cuarto)
- Gràcies. Moltes gràcies. - respondió con voz apacible de persona agradecida.
Era un poco ridículo que preguntara la hora porque todas las puertas del vagón estaban dotadas de una pantalla donde se anunciaban las estaciones y cuando no aparecía el nombre de ninguna estación, aparecía un reloj perfectamente en hora (otra cosa es la puntualidad que siguiera el maquinista,...)
Al salir de la estación de Barberà del Vallès, el hombre me entró de nuevo. Su prudencia era la misma pero esta vez su petición era un poco más osada, y en esa vez ya se me dirigió en castellano. Vamos a ver qué me pidió:
- Perdone, caballero. Verá, yo pertenezco a una sociedad cultural que promueve las actividades para jóvenes y en nuestro centro tenemos un colectivo de trabajadores de la construcción que forman un grupo de Rock. En pro de poder financiarse los instrumentos y los discos, están preparándose para una pequeña gira que les llevará a dar varios conciertos por tierras de Castilla y León, visitando una serie de pueblos que se encuentran preparando sus Fiestas Patronales. Por esto, y disculpe mi osadía, estoy mirando de ayudarles recaudando fondos. ¿Sería usted tan amable, ya que también debe ser roquero, en realizar una pequeña aportación económica? Por poco que sea, siempre será bien recibida una ayuda.
Yo le contesté:
- Disculpe, caballero. Valoro mucho su osadía y créame que sería para mi un honor poder contribuir a tan noble causa como es la de ayudar a unos hermanos, ya no sólo por ser humanos, si no por pertenecer a la familia de los roqueros, que somos muchos y tenemos que ayudarnos entre nosotros. El caso es que no me es posible hacer ninguna imposición económica. Créame que de verdad lo siento.
- Me excusé, desconfiando del olor a alcohol que me empezó a venir desde el asiento que él ocupaba.
- Pero, ¿me dirá que no puede colaborar ni con veinte duros? - Me insistió.- Sepa que es algo que agradecerán mucho dado que son obreros como usted y como yo, sin apenas recursos para poder seguir adelante en sus proyectos musicales. Su método de financiación se ciñe a las aportaciones desinteresadas de gente que comparte sus inquietudes, y su ayuda es primordial para que puedan abrirse camino en el duro mundo de la música. Una gira por Castilla León está en juego, todo un trampolín a nuevos escenarios.
- De verdad, buen ciudadano. Aplaudo su iniciativa y me pongo en su lugar ya que yo también soy músico y entiendo lo duro de este oficio si no hay padrinos. Pero corren malos tiempos de crisis económica y me encuentro más tirado que una colilla.
- Me volví a excusar.
De repente, miró a la señorita de los Walkman que parecía ajena a la conversación aunque lo estaba oyendo todo, por la delatadora sonrisa que describía su boca. Se estaba haciendo la dormida y tenía la música suficientemente baja como para oir toda la banda sonora de la escena que protagonizábamos el señor de la pajarita y quien escribe.
- ¿Y usted, señorita? No le apetece colaborar en un acto de solidaridad para nuestros vecinos los roqueros. Con veinte duritos estarán muy contentos.
Entonces la chica respondió:
- Estará usted contento con los veinte duritos para el vino, eh? Que ya le tengo visto yo a usted del centro, visitando los bares y pillando la taja a base de vinillos.
- ¿Pero cómo me dice eso, señorita? - Respondió con gran sorpresa el hombre de la pajarita. ¿Qué me está diciendo?
La chica no paraba de sonreír mientras le adivinaba al señor sus verdaderas intenciones, dejándolo en evidencia por su afición al licor.
El hombre vio que ya estábamos parados en la estación donde debía apearse y se levantó alegremente y se despidió del vagón entonando una melodía que adornaba sus palabras de despedida:
- Adiós, buenas tardes. Que tengan todos un feliz día!!!
A todo esto... ¿Qué podría añadir? De verdad que me sentía ciertamente ligado a los supuestos trabajadores de la construcción que tenían un grupo de rock. Pero creo que me siento un poco más ligado al señor locuelo. No por gustarle el pipiriripipí-de la bota empinar-pararápapá si no por la historia que se montó para poder pedir veinte duros para, en realidad, tomarse un vinillo.
Sí, amigos lectores, yo soy un peliculero. Hago este fanzine de lo chorra con las historias que me pasan, las que me invento, las que me invento que me han pasado, y las que me pasan pero que acostumbro a inventarme cómo pasaron... y en todos los casos debo admitir que de lo peliculero que soy me he llegado a inventar tonterías similares a las del señor del tren. Incluso, ahora confieso, en la vida real he tenido que meter mucha fantasía en forma de bonito relato. Si llegara yo a poner sobre el papel (o pantalla) las historias que he llegado a contar Blogspot se quedaría sin bytes para albergar El Blog de Autodefensa. Por suerte, no tengo tanta memoria como imaginación y se me suelen olvidar casi al momento.
Para terminar quiero comentar que sí me siento muy hermanado con aquel tarado y que, aunque a mi no me mole tanto la priva, sí que me mola inventarme todo tipo de historietas como la que les acabo de contar... o tal vez no me la haya inventado... Da igual!