¿Qué coño quiere decir C.E.S.M.A.? Es un secreto que Don Eleuterio se llevó a la tumba.
El Sr. Eleuterio regentaba un bar llamado C.E.S.M.A. Lo mejor de todo es que en el rótulo ponía C.E.S.M.A. F.C. (Futbol Club). Los orígenes del bar son confusos y bien merecerían un trabajo de investigación para esclarecer uno de los más grandes misterios del barrio de Torrellobeta (Barcelona).
Autodefensa tuvo mucha relación con ése barrio ya que en uno de los muchos bares de Torrellobeta Autodefensa tuvo su "sede social". Otro día hablaremos de ello, ahora centrémonos en el local sito en la Calle Cartellà.
Los chicos de Autodefensa y su troupe supieron de un futbolín en las proximidades. Un futbolín de putísima madre, cómodo de jugar, donde los muñecos parecían ser una prolongación del jugador. Ese campo de entreno era el C.E.S.M.A. Allí se reunía lo mejor de lo mejor del barrio y de barrios colindantes... Por boca de vecinos de toda la vida supimos algo de la historia del bareto del cual se contaban todo tipo de leyendas y anécdotas, unas divertidas y otras más divertidas aun.
El bar se podía definir como el típico antro. Bareto cutre donde los haya pero con encanto (todo sea dicho). Por los cristales no penetraba mucha luz debido al dedo de grasa que se acumulaba de manera histórica. El bar era rectangular, de unos 50 metros cuadrados y al entrar uno se encontraba con la barra a la izquierda, en medio el futbolín, a continuación la máquina del millón (pin-ball) y al fondo la traga-perras. Suspendido, en el rincón derecho, al fondo estaba el televisor. Todo el bar tenía un aspecto como si fuera la casa de Torrente (sí, "el brazo tonto de la ley"), pero, me repito, con encanto. El C.E.S.M.A. no tenía un gran surtido de productos de consumo. Tenía detrás de la barra unas pocas botellas de vino, coñac, anís,... y en un expositor sobre la barra tenía cuatro latas de berberechos, calamares en salsa americana,... y poca cosa más.
Aunque el bar era propiedad del Sr. Eleuterio también se podía contar a menudo con la presencia de su Sra. hermana (de la cual no recuerdo el nombre si es que alguna vez se mencionó). Recuerdo a Don Eleuterio como un señor mayor de cara redonda, rubicunda, calvo y cuerpo redondo, siempre detrás de la barra del bar, que siempre despedía a sus clientes con la mítica frase "Adiós, hasta luego".
Tenía costumbre de "pelearse" con las pocas botellas que le acompañaban. Mientras los clientes disfrutaban de sus partidas al futbolín era costumbre escuchar un susurro de detrás de la barra. Era como una discusión entre el Sr. Eleuterio y los fantasmas que habitaban el bar desde tiempos inmemoriales. Fantasmas que moraban en las botellas, en la cafetera, en los vasos para el cortado. Las voces psicofónicas que emitía nuestro buen amigo el camarero a veces iban acompañadas de palmadas, golpes sobre la barra, silbidos,... todo métodos de comunicación de ultra-tumba que ponían nervioso al más bravo de los asistentes.
Pero si había algo que a usted, mi querido lector, pudiera poner más nervioso que los fantasmas era sin duda alguna: la bandera de España con el escudo franquista en medio. Don Eleuterio era un nostálgico que no dudaba en invocar a su sagrado Francisco Franco cuando había alguna situación que no le era favorable. Es por todos conocida la vez que, después de una pelea callejera en frente de su bar, Don Eleuterio comentó con la policía: "Con Franco vivíamos mejor y no pasaban estas cosas".
Había un detalle que nos llamaba mucho la atención... ¿Cómo es que el bar no tenía caja registradora? Cuenta la leyenda que un conocido vecino del barrio llamado El Bola entró en el bar diciendo "buenas tardes", cogió la caja registradora y marchó con total impunidad despidiéndose educadamente con un "Adiós". Don Eleuterio, no se sorprendió lo más mínimo ni salió gritando "¡al ladrón, al ladrón!", Don Eleuterio, sin vacilar un momento, cogió un trapo húmedo y se puso a limpiar el polvo depositado en el lugar donde segundos antes había estado la caja. No fue hasta que llegó su hermana que Don Eleuterio se dio cuenta de la magnitud de la tragedia y llamaron a la policía para denunciar el robo.
Un día Don Eleuterio estaba viendo los toros que televisaban con motivo de las fiestas de San Isidro de Madrid, porque sea dicho de paso que a don Eleuterio le gustaban los toros, ya nos había contado más de una vez que él no era persona de fútbol (¿entonces a qué coño venía lo de C.E.S.M.A. F.C.?)... ¿Por dónde iba...? Ah, sí! Estaba don Eleuterio mirando los toros mientras los chicos de Autodefensa se explayaban con las atracciones del bar: futbolín, Pin-Ball, el camarero mismo,... en eso que unos de los miembros fundadores de Autodefensa que en ese momento estaba jugando al "milloncete" (el Pin-Ball) perdió la partida y se le coló la bola, fue tal coraje que le entró al perder de manera humillante que, de la rabia, asestó un sonoro puñetazo sobre el cristal de la máquina de Pin-Ball y, lógicamente, el cristal se hundió quedando roto en varias partes. Durante unos minutos todos los asistentes nos quedamos mirándonos a los ojos, atónitos, por lo sucedido. ¿Todos? No. Don Eleuterio, completamente ajeno a la fractura del cristal, seguía deleitando su afición a los toros con la magnífica corrida que transmitían en directo desde Madrid. Entonces fue cuando el responsable de la rotura del cristal se acercó a la barra para contar lo ocurrido y disculparse:
Autodefensa: Disculpe, Don Eleuterio,... verá... sin querer he golpeado el cristal... y se ha roto.
Don Eleuterio: No, si ya. Si ya te he visto como lo rompías.
Autodefensa: Pero...
Don Eleuterio: ¡Fuera! ¡Fuera del bar! ¡No quiero verte jamás aquí! ¡Largo para siempre!
Al día siguiente Autodefensa en pleno volvió al bar. El responsable de romper el cristal durante dos días ocultaba su cara detrás de la melena y subiendo las solapas del cuello de la chaqueta. Pasados estos dos días de prudencia ya el rompe-máquinas volvió a entrar al bar sin más disfraz. ¿Le había perdonado Don Eleuterio? ¿Realmente Don Eleuterio tenía memoria para retener la cara del delincuente juvenil durante más de un día?
Un servidor tenía por costumbre acercarme a la barra para entablar conversación con Don Eleuterio, por estrechar lazos en algo más que la fría relación únicamente vinculada al futbolín. Así fuí conociendo a todo un personaje con el que se podía hablar de muchas cosas. Fueron históricas las conversaciones que mantuvimos sobre tauromaquia, fútbol, cosas del barrio y, sobre todo, de la buena gente que visitaba el bar. ¿Cuántas veces nos congratulábamos de lo buenos chicos que éramos los que formábamos la pandilla de Autodefensa?
Autodefensa: Qué, Don Eleuterio, qué gusto da cuando el bar está lleno de vida, con buena gente y buen ambiente, ¿eh?
Comentaba yo mientras los demás nos brindaban una partida animada partida al futbolín.
Don Eleuterio: Sí, señor, así es. ¡Qué buena gente que sois! Así da gusto, de verdad.
La hermana: Venga, id terminando ya que tenemos que cerrar.
Don Eleuterio: ¡Calla, mujer, que estoy viendo el futbol! Anda, majos, tomad. Tomad una partida.
Cierto día ocurrió una situación que dejó a los hermanos Autodefensa muy perplejos. Siempre habíamos tratado con Don Eleuterio una relación separada físicamente por la barra del bar. Lo único que veíamos de ese hombre era una cabeza y un tronco más bien redondos y unos bracitos que meticulosamente preparaban vasos de vino, cortados, cafés con leche y otras bebidas propias de un bar. Pero el día que vimos a don Eleuterio fuera de la barra del bar fue toda una revelación. Estábamos ante la visión de uno de los secretos más bien guardados de la historia:
Don Eleuterio tenía piernas.
Me explico. Ya nos imaginábamos que tendría piernas porque se le veía caminar por detrás de la barra mientras discutía con sus etéreos amigos del más allá, pero lo que no nos imaginábamos es que las piernas llegaran a ser tan largas y tan finas como las tenía. Un torso redondo con unas piernas tan flacas le daban una imagen de "chupa-chups", mejor aun... recordaba al mítico Humpty Dumpty. Eso es, parecía un Humpty Dumpty y hoy en día hubiera pagado lo que fuera por verlo sentado sobre la barra del C.E.S.M.A. en lugar de un muro como el original.
El Sr. Eleuterio regentaba un bar llamado C.E.S.M.A. Lo mejor de todo es que en el rótulo ponía C.E.S.M.A. F.C. (Futbol Club). Los orígenes del bar son confusos y bien merecerían un trabajo de investigación para esclarecer uno de los más grandes misterios del barrio de Torrellobeta (Barcelona).
Autodefensa tuvo mucha relación con ése barrio ya que en uno de los muchos bares de Torrellobeta Autodefensa tuvo su "sede social". Otro día hablaremos de ello, ahora centrémonos en el local sito en la Calle Cartellà.
Los chicos de Autodefensa y su troupe supieron de un futbolín en las proximidades. Un futbolín de putísima madre, cómodo de jugar, donde los muñecos parecían ser una prolongación del jugador. Ese campo de entreno era el C.E.S.M.A. Allí se reunía lo mejor de lo mejor del barrio y de barrios colindantes... Por boca de vecinos de toda la vida supimos algo de la historia del bareto del cual se contaban todo tipo de leyendas y anécdotas, unas divertidas y otras más divertidas aun.
El bar se podía definir como el típico antro. Bareto cutre donde los haya pero con encanto (todo sea dicho). Por los cristales no penetraba mucha luz debido al dedo de grasa que se acumulaba de manera histórica. El bar era rectangular, de unos 50 metros cuadrados y al entrar uno se encontraba con la barra a la izquierda, en medio el futbolín, a continuación la máquina del millón (pin-ball) y al fondo la traga-perras. Suspendido, en el rincón derecho, al fondo estaba el televisor. Todo el bar tenía un aspecto como si fuera la casa de Torrente (sí, "el brazo tonto de la ley"), pero, me repito, con encanto. El C.E.S.M.A. no tenía un gran surtido de productos de consumo. Tenía detrás de la barra unas pocas botellas de vino, coñac, anís,... y en un expositor sobre la barra tenía cuatro latas de berberechos, calamares en salsa americana,... y poca cosa más.
Aunque el bar era propiedad del Sr. Eleuterio también se podía contar a menudo con la presencia de su Sra. hermana (de la cual no recuerdo el nombre si es que alguna vez se mencionó). Recuerdo a Don Eleuterio como un señor mayor de cara redonda, rubicunda, calvo y cuerpo redondo, siempre detrás de la barra del bar, que siempre despedía a sus clientes con la mítica frase "Adiós, hasta luego".
Tenía costumbre de "pelearse" con las pocas botellas que le acompañaban. Mientras los clientes disfrutaban de sus partidas al futbolín era costumbre escuchar un susurro de detrás de la barra. Era como una discusión entre el Sr. Eleuterio y los fantasmas que habitaban el bar desde tiempos inmemoriales. Fantasmas que moraban en las botellas, en la cafetera, en los vasos para el cortado. Las voces psicofónicas que emitía nuestro buen amigo el camarero a veces iban acompañadas de palmadas, golpes sobre la barra, silbidos,... todo métodos de comunicación de ultra-tumba que ponían nervioso al más bravo de los asistentes.
Pero si había algo que a usted, mi querido lector, pudiera poner más nervioso que los fantasmas era sin duda alguna: la bandera de España con el escudo franquista en medio. Don Eleuterio era un nostálgico que no dudaba en invocar a su sagrado Francisco Franco cuando había alguna situación que no le era favorable. Es por todos conocida la vez que, después de una pelea callejera en frente de su bar, Don Eleuterio comentó con la policía: "Con Franco vivíamos mejor y no pasaban estas cosas".
Había un detalle que nos llamaba mucho la atención... ¿Cómo es que el bar no tenía caja registradora? Cuenta la leyenda que un conocido vecino del barrio llamado El Bola entró en el bar diciendo "buenas tardes", cogió la caja registradora y marchó con total impunidad despidiéndose educadamente con un "Adiós". Don Eleuterio, no se sorprendió lo más mínimo ni salió gritando "¡al ladrón, al ladrón!", Don Eleuterio, sin vacilar un momento, cogió un trapo húmedo y se puso a limpiar el polvo depositado en el lugar donde segundos antes había estado la caja. No fue hasta que llegó su hermana que Don Eleuterio se dio cuenta de la magnitud de la tragedia y llamaron a la policía para denunciar el robo.
Un día Don Eleuterio estaba viendo los toros que televisaban con motivo de las fiestas de San Isidro de Madrid, porque sea dicho de paso que a don Eleuterio le gustaban los toros, ya nos había contado más de una vez que él no era persona de fútbol (¿entonces a qué coño venía lo de C.E.S.M.A. F.C.?)... ¿Por dónde iba...? Ah, sí! Estaba don Eleuterio mirando los toros mientras los chicos de Autodefensa se explayaban con las atracciones del bar: futbolín, Pin-Ball, el camarero mismo,... en eso que unos de los miembros fundadores de Autodefensa que en ese momento estaba jugando al "milloncete" (el Pin-Ball) perdió la partida y se le coló la bola, fue tal coraje que le entró al perder de manera humillante que, de la rabia, asestó un sonoro puñetazo sobre el cristal de la máquina de Pin-Ball y, lógicamente, el cristal se hundió quedando roto en varias partes. Durante unos minutos todos los asistentes nos quedamos mirándonos a los ojos, atónitos, por lo sucedido. ¿Todos? No. Don Eleuterio, completamente ajeno a la fractura del cristal, seguía deleitando su afición a los toros con la magnífica corrida que transmitían en directo desde Madrid. Entonces fue cuando el responsable de la rotura del cristal se acercó a la barra para contar lo ocurrido y disculparse:
Autodefensa: Disculpe, Don Eleuterio,... verá... sin querer he golpeado el cristal... y se ha roto.
Don Eleuterio: No, si ya. Si ya te he visto como lo rompías.
Autodefensa: Pero...
Don Eleuterio: ¡Fuera! ¡Fuera del bar! ¡No quiero verte jamás aquí! ¡Largo para siempre!
Al día siguiente Autodefensa en pleno volvió al bar. El responsable de romper el cristal durante dos días ocultaba su cara detrás de la melena y subiendo las solapas del cuello de la chaqueta. Pasados estos dos días de prudencia ya el rompe-máquinas volvió a entrar al bar sin más disfraz. ¿Le había perdonado Don Eleuterio? ¿Realmente Don Eleuterio tenía memoria para retener la cara del delincuente juvenil durante más de un día?
Un servidor tenía por costumbre acercarme a la barra para entablar conversación con Don Eleuterio, por estrechar lazos en algo más que la fría relación únicamente vinculada al futbolín. Así fuí conociendo a todo un personaje con el que se podía hablar de muchas cosas. Fueron históricas las conversaciones que mantuvimos sobre tauromaquia, fútbol, cosas del barrio y, sobre todo, de la buena gente que visitaba el bar. ¿Cuántas veces nos congratulábamos de lo buenos chicos que éramos los que formábamos la pandilla de Autodefensa?
Autodefensa: Qué, Don Eleuterio, qué gusto da cuando el bar está lleno de vida, con buena gente y buen ambiente, ¿eh?
Comentaba yo mientras los demás nos brindaban una partida animada partida al futbolín.
Don Eleuterio: Sí, señor, así es. ¡Qué buena gente que sois! Así da gusto, de verdad.
La hermana: Venga, id terminando ya que tenemos que cerrar.
Don Eleuterio: ¡Calla, mujer, que estoy viendo el futbol! Anda, majos, tomad. Tomad una partida.
Cierto día ocurrió una situación que dejó a los hermanos Autodefensa muy perplejos. Siempre habíamos tratado con Don Eleuterio una relación separada físicamente por la barra del bar. Lo único que veíamos de ese hombre era una cabeza y un tronco más bien redondos y unos bracitos que meticulosamente preparaban vasos de vino, cortados, cafés con leche y otras bebidas propias de un bar. Pero el día que vimos a don Eleuterio fuera de la barra del bar fue toda una revelación. Estábamos ante la visión de uno de los secretos más bien guardados de la historia:
Don Eleuterio tenía piernas.
Me explico. Ya nos imaginábamos que tendría piernas porque se le veía caminar por detrás de la barra mientras discutía con sus etéreos amigos del más allá, pero lo que no nos imaginábamos es que las piernas llegaran a ser tan largas y tan finas como las tenía. Un torso redondo con unas piernas tan flacas le daban una imagen de "chupa-chups", mejor aun... recordaba al mítico Humpty Dumpty. Eso es, parecía un Humpty Dumpty y hoy en día hubiera pagado lo que fuera por verlo sentado sobre la barra del C.E.S.M.A. en lugar de un muro como el original.

Después de algún tiempo sin pasar por el bar nos decidimos a volver y encontrarnos con los viejos conocidos del C.E.S.M.A. F.C. y cuál fue nuestra sorpresa que nos encontramos una persiana bajada. El bar había cerrado sus puertas.
Hoy en día el local permanece cerrado y junto a éste han puesto una tienda de comics donde se organizan partidas de juegos rol. Aun y así creo que la diversión en la calle Cartellà no será nunca más lo mismo sin el futbolín del C.E.S.M.A.
Cuenta la leyenda que Don Eleuterio murió. Esperemos que descanse en paz y de esta manera pueda hacer las paces con los fantasmas que le molestaban mientras trabajaba.
"Adiós, hasta luego."