Tuesday, September 15, 2020

RELATO: Delincuencia organizada de barrio

Supieron ustedes del Sr. Prudencio, un borrachuzo que sobrevivía a base de arroz, cigarrillos BN y el Sol y sombra "pa calentarse el cuerpo". Hoy deberán conocer la historia de la estafadora de los tatuajes: la Sra. Prados

La Sra. Prados era conocida en el barrio por ser la chillona peliteñida de tatuajes carcelarios. Parecía que todo lo conocía, todo lo controlaba. Sabía de todo el mundo y no se le escapaba detalle. En más de una ocasión me pareció que me miraba de manera furtiva y el caso es que no sólo me lo parecía: ella lo sabía todo.

Se sabía que ella traficaba con droga pero esa señora de unos 55 años sin pareja estable, jamás llevaba nada encima  jamás le pillarían con nada encima pues se relacionaba bien con  un par de agentes de paisano que sólo hacían que arrestar moros vendedores ambulantes. Todo el mundo la conocía y pocos eran los "normales" que le hablaban. Se le acercaba un niñato de 18 años de una familia desestructurada con la Vespino, la cargaba a ella en el asiento e iba diciendo por el barrio que era su novia. Dándole un poco de carne y hachís se ganaba el afecto del chico y de algún otro manso para que pudieran meterla en caliente.


La Sra. Prados sabía rodearse de subnormales a los que tenía bajo su dominio. Ellos se pensaban que eran unos matones a sus órdenes pero no sabían que en realidad no les temían a ellos, si no a la mujer con la que se dejaban ver. En si mismos lo chicos de la Prados no eran más que unos pelagatos que se conformaban con que les lanzaran alguna china de chocolate para sus porros; así se daban por pagados. 

Ella en sí misma dominaba el cotarro del barrio y se pensaba que estaba bajo su dominio moviendo la droga; básicamente hachís, pastillas y algo de cocaína. Llegados a un momento se le subió a la cabeza eso de que era la "capo della mafia", y quiso escalar un peldaño en su carrera delictiva cuando la crisis inmobiliaria. Así pues en ese barrio de mala muerte, de delincuencia y miseria, hubo un promotor inmobiliario que hizo la construcción de un bloque de viviendas. La finca sobresalía del resto de edificaciones del barrio porque el diseño era completamente nuevo en contraste con los demás edificios de los lados y de la calle, que estaban mal pintados, con desconchones en las fachadas, ennegrecidos por el tiempo y la polución. El nuevo edificio reluciente se terminó en el momento que explotó la burbuja inmobiliaria, y a diferencia de otros edificios de otras partes de la ciudad que quedaron a medio construir, este estaba ya terminado y puesto para la venta. Una venta que no llegó a producirse porque los bancos estaban en la ruina y no concedían préstamos, y las inmobiliarias y promotores se tenían que comer con patatas los pisos que en su día te vendían con sólo enseñar del DNI.


El edificio no tenía seguridad. Estaba cerrado por el portal pero con tooodas las llaves puestas en las cerraduras de las puertas de las viviendas. Esto empezó a ser un reclamo para que se instalara la primera familia de okupas. Y luego otra... y luego... la Sra Prados vio su nueva línea de negocio; así que entró en la finca y se hizo con las llaves de los pisos. Ahora todo el que quería entrar a okupar la vivienda tenía que hablar y pagar a la Sra. Prados. Hasta los que estaban ya en un par de pisos se doblegaron a su extorsión al ser visitados por los gorilas monos que se arrimaban a ella. Sí, sí... ese fue el principio de su fin porque, con todo el edificio okupado, ahí solo faltaba que alguien con más chulería se plantara ante ella; y así fue. Unos chungos venidos de fuera no tuvieron tanto miramiento y se enfrentaron a la enana rubia peliteñida que como represalia no se le ocurrió otra cosa que poner una fina cadena de ferretería en la puerta del parking con un candado. No hace falta ni decir que esa cadena duró menos que un caramelo en la puerta de un colegio.


El clima de violencia verbal y de sabotajes entre las partes enfrentadas fue cada vez a más. Gritos nocturnos, cristales rotos, ruedas de los coches pinchadas... lanzamiento de objetos y destrozo de elementos arquitectónicos de la finca como barandillas, persianas, grifería,... Por otro lado, la promotora propietaria de la finca tenía iniciado un procedimiento de deshaucio que culminó en el momento en que las visitas de la policia eran ya más que frecuentes dado el clima de guerra. Sí, todos los vecinos okupas se pusieron de acuerdo a señalarla como la principal responsable del entramado de extorsión. Eso... y seguro que alguna cosa más le salió mal porque ya no se volvió a saber más de ella en el barrio; se dice que dio con sus huesos en la cárcel.