Don Aniceto era un hombre sencillo dedicado en cuerpo y alma a su familia y a su negocio. Su negocio era un modesto restaurante, de ambiente familiar, en el que los parroquianos disfrutaban de la compañía que ofrecían Don Aniceto y su amada esposa Doña Isabela. Don Aniceto, como buen camarero, ofrecía algo más que refrigerios y copiosas comidas a habituales y transhumantes. Ese algo era sin duda su amistad, su comprensión para con el prójimo, detalles impagables que nunca se incluían en el precio de los los suculentos platos que guisaba su esposa.
El humilde matrimonio, unido por Diós desde hacía años, trajo al mundo dos retoños que por aquel entonces vivían su más inocente adolescencia, dos señoritas que no se dejaban ver mucho por la posada de su Señor padre.
En los albores de 1996 un extraño visitante de personó en la posada en la que se ganaba la vida el bueno de Aniceto. Aquel extraño iba vestido con las mejores prendas. Traje, corbata y gabán cubrían a todo un señor que, surgido de la nada, se presentó en casa de Don Aniceto. Hablando con un correctísimo castellano de acento neutro preguntó por el dueño de la casa:
Extraño: Buenos días. Disculpe, camarero, ¿podría avisar al maestro?
Don Aniceto: Está usted hablando con él.
Extraño: Magnífico. Déjeme que me presente: soy productor cinematográfico y me he quedado prendado de los exteriores que ofrece la calle donde está ubicado su bar. De hecho me ha gustado mucho la fachada de su establecimiento.
Don Aniceto: Lo celebro. Muchas gracias por los cumplidos. ¿Qué se le ofrece?
Extraño: Verá. Actualmente estamos rodando una película protagonizada por Miguel Bosé -¿Sabe usted quién és?- y dada la magnífica panorámica que nos regala su bar, sería realmente interesante ambientar una escena justo en la puerta del mismo.
Don Aniceto: ¡Caray! Pu... Pues... No sé qué decir... Será todo un honor para mí dar la imagen de mi humilde posada para tal evento. Ver mi bar inmortalizado en celuloide... para la posteridad.
Extraño: Además, piense usted que, a corto plazo, obtendrá pingües beneficios dado que todo el equipo tendrá que almorzar y comer en algún sitio... Lo que significa que tendrá que preparar la cocina para la ocasión. Ya no digamos a largo plazo, ya que los seguidores de Miguel Bosé reconocerán el sitio hasta el punto de que su bar puede convertirse en un lugar de culto y reunión para todos los fans.
Don Aniceto: Ups! Jamás lo hubiera imaginado. Cuente con mi bar. Quedo a su disposición para todo lo que haga falta.
Extraño: Le pido una cosa.
Don Aniceto: Usted manda.
Extraño: Corra la voz entre la parroquia del bar para que haya un buen ambiente y se vea gente en el local.
Don Aniceto: Faltaría más. Mis parroquianos son una legión muy fiel al bar. Por cierto... ¿Apareceré en los créditos de la película?
Extraño: No se preocupe por ello. Déjelo en mis manos. Ya verá que dentro de una semana exacta, vendrá la grúa a retirar los coches que queden en la calle. Hasta la vista, señor...?
Don Aniceto: Aniceto. Señor Aniceto. Don Aniceto para usted. Adiós.
La noticia corrió como la pólvora. Quién lo hubiera imaginado: Miguel Bosé rodando una película en casa de Don Aniceto. Era tal la psicosis que había en el barrio que todo el mundo planchaba los trajes de los domingos para asistir a la gran cita con Miguel Bosé y su equipo de rodaje.
Don Aniceto dio instrucciones precisas a todo el mundo de cómo tenían que arreglarse para no quedar mal en su gran encuentro con la inmortalidad que ofrece el formar parte de una película. Doña Isabela estaba tan emocionada o más que se su marido hasta el punto que se le ofuscó la mente y no supo reaccionar cuando tuvo que pensar en el menú que presentaría al equipo técnico, actores, vecinos y curiosos que irían el día D al bar. Veamos qué se dijo:
Doña Isabela: Ho, Ho. ¡Qué nervios! La de gente que se va a juntar en casa. No sé qué hacer.
En eso que una vecina inteligentemente propuso:
Vecina: Ah! No sé. Haz una tortilla de patatas. ¿no?
Doña Isabela: Ho, Ho. Ah! Pues sí. Y pediremos doble de todo para que no falte de nada...
Esa misma tarde, con la emoción y en un momento de ausencia de clientela, la feliz pareja decidieron de forma espontánea expresar su amor y alegría de forma física, sobre la mesa donde preparaban los bocadillos. Mientras practicaban el amor digital (que no ciber-sexo, no nos confundamos) entraron dos clientes que sorprendieron al fogoso matrimonio, pero esto es otra histora que, como diría Michael Ende, debe ser contada en otro momento.
La noche anterior al gran día Don Aniceto y Doña Isabela no pegaron ojo. En parte por los nervios y, en parte, porque estuvieron pelando más patatas que un quinto en el calabozo, haciendo la mili. Hasta las gallinas hicieron horas extras poniendo huevos. El resultado fueron 7 tortillas de patatas de 50 centímetros de diámetro. O sea, cada tortilla tenía una superficie de 1963,5575 cm2. Es decir, que de los 30 metros cuadrados que tenía el bar de Don Aniceto, 1,37449025 m2 estaban ocupados por tortillas de patatas. Lógicamente no estaban en el suelo, pero es lo de menos.
Llegó el gran momento. El Bar estaba lleno de personal, propios y ajenos, habituales y curiosos. No cabía un alfiler. Todo el mundo estaba expectante al momento en el que bajara Miguel Bosé del coche que tenía que aparecer de un momento a otro. Pasaban los segundos, los minutos, las horas. La mañana entera. Los asistentes iban marchando decepcionados por no haber visto al gran héroe. Es más, no apareció ni una sola grúa para llevarse los coches que continuaban aparcados en la calle sin el más mínimo aviso de "próximo rodaje". No se presentó ni el Tato.
Don Aniceto y Doña Isabela quedaron en evidencia cuando todos los asistentes les pedían explicaciones sobre lo ocurrido. El matrimonio se escudaba en la excusa de que un señor, bien vestido, se presentó como productor cinema... Pero lo mejor fue cuando la misma vecina que propuso hacer UNA tortilla de patatas preguntó:
Vecina: ¿Y qué vas a hacer ahora con tanta tortilla?
Doña Isabela: Ho, Ho. Oh! No hay problema, estooo... nada. Mis hijas que se de van excursión...
No se sabe cuántas excursiones se organizaron antes de que se resecaran o se pudrieran las tortillas, lo que sí está documentado es el misterioso aumento de peticiones de análisis para mirar el nivel de colesterol en sangre en los centros médicos de Nou Barris.
Vigilad, amigos, no seais avariciosos. La codicia por la fama puede que os haga pagar un precio muy alto y, a veces, el precio viene con esta forma.
2 comments:
Avisa de que tienes blogs y esas cosas, cabrito¡¡¡
Mucho tiempo sin saber de ti, que tal todo?
Hooola, admirado y laureado Ilustrísimo Sr. Víctor Olid. Estoy muy liado y, además no me puedo meter mucho en los foros. Dentro de poco estaré "on-line" otra vez.
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