Monday, August 30, 2021

El Recuerdo: 3a parte. Los perros de los vecinos, perros callejeros.

El barrio se iba arreglando. Las pilas de adoquines, cemento y hierro iban disminuyendo iban dejando paso a espacios abiertos, plazoletas de hormigón y jardineras de adelfas. Se renovaba la cara al barrio, pero éste continuaba con sus propias miserias. Miserias cuyo simbolismo se hacía patente con el omnipresente gris del cemento, el apestoso pulgón de las venenosas adelfas, las ratas que se hacían visibles cuando ya no habían agujeros en el terreno donde meterse, ruidosos contenedores de basura cuyo eco rebotaba en las paredes del renovado barrio. 

"Era mejor cuando era peor" decía un vecino que se quejaba que ahora no podía cambiar el aceite del coche en plena calle. El reivindicar un barrio digno pasó a la nostalgia de cuando los niños iban descalzos y solo se ponían los zapatos para ir al colegio o a misa. Seguían las peleas de bar, la venta ambulante, el patriarca gitano que lo vigilaba todo; sus churumbeles que cuando venían al barrio pretendían hacerse los dueños de todo.

La misma mierda seguía aunque se había pintado de gris hormigón y adornado con flores de adelfa. Y cómo no... entre tanto recuerdo de inmundo pasado, estaba nuestro recuerdo. Por mucho que pasaran los meses, sabíamos que algo nos esperaba en el barrio.

Ese otoño fue especial. Es cuando tuvimos que enfrentarnos al miedo sobrenatural. Cuando nos decidimos, en el mes de las brujas, a llamar a la puerta interdimensional que nos comunicaba con la misma bruja que aterrorizó a los niños del barrio. Queríamos estrechar su fantasmagórica mano si ella se atrevía a manifestarse de nuevo en el cristal de la puerta, y hacer un pulso para ver cuán era su poder; cómo sería capaz de enfrentarse a tantos niños dispuestos a plantarle cara.

Llegó el 31 de octubre. En aquella época no se celebraba Halloween. Para enconces era la víspera de Todos Santos, y como mucho en Cataluña le llamábamos la Castañada; pero nadie salía por la noche disfrazado para pedir caramelos. Se iban organizando fiestas ya que al día siguiente era festivo. Nosotros, los niños, teníamos un poco de bula porque como al día siguiente no había escuela, aún nos permitían salir un poco después de cenar mientras los adultos comían castañas, moniatos, panellets y bebían moscatell y cava. Aprovechamos la oportunidad de una noche mágica como es la de Todos Santos para reunirnos, y en lugar de jugar al escondite, ya que anochecía; nos sentamos en corro y nos dispusimos a provocar al origen de nuestros terrores más sobrenaturales. Una vez más quisimos llamar a su puerta con el vaso de la Ouija. Empezó el cántico:

Espíritu, espíritu! Si estás aquí, demuéstralo. Dinos si eres bueno o malo...

No se hizo de rogar mucho. Contactó rápido con un tajante MALO sobre el tablero de la ouija. Allí la teníamos. El vaso con nuestros dedos sobre él, se desplazó sobre el tablero para escribir la palabra BRUJA y señarlar a la niña que fue blanco de sus iras por la falta de respeto en el primer contacto. El objetivo era conocer. Saber porqué hacía eso con nosotros. Porqué nos acojonaba. No queríamos perderle el respeto pero queríamos conocer hasta qué punto era ella tan poderosa.

- Ves aquel señor que está en el banco? queremos que lo acojones y que se pire. - le dijimos sobre un pobre señor que estaba sentado mientras su perrito estaba suelto por la plazoleta cagando a sus anchas (cagando en la plaza... una prueba más de que el barrio mejoraba su imagen pero la gente seguía siendo la misma)

Pues no os vais a creer que el señor empezó a mirar a ambos lados hasta que se levantó de un salto, dejando caer incluso la correa del perro y un paquete de cigarrillos, para torpemente recogerlos y marchar del sitio con una cara completamente distina. Ni llamó al perro, que fue a seguirle. El señor estaba asustado por algo que vería o notaría cerca, y salió corriendo.

Quisimos provocar a la bruja y le dijimos que era casualidad. Casualidad de que el hombre se recogiera ya tan tarde de pasear el perrito. La Bruja nos dijo que la pusiéramos a prueba.

- Haz que empiece a ladrar el perrito -  le espetó uno de la pandilla. Y el perrito empezó a ladrarle a su dueño.

- Haz que ladren todos los perros del barrio! - soltó otra de la pandilla a modo desafiante.

Pues no pasaron ni cinco segundos que todos los perros del barrio empezaron a ladrar y aullar de manera desesperada. Una ensordecerdora sinfonía canina se apoderaba de todo el barrio. Ladridos y alaridos mezclados con gritos de los dueños que intentaban calmar a sus perros sin éxito. 

Además del nerviosismo que imperaba en nuestros cuerpecillos, nos vimos en una especie de aturdimiento que nos dejó medio KO. El griterío de humanos, los ladridos y los aullidos de los perros; humanos que aprovechaban el caos para armar más follón y hacer pagar a su familia y perros la frustración de sus vidas miserables en ese barrio obrero venido a menos por una cosmética de hormigón. En medio de toda esa confusión algunos acertamos a ver una espectral figura entre las jardineras de las adelfas. Esa figura parecía una especie de señora mayor, encurvada, pero como si estuviera hecha como de ceniza. Un gris oscuro que perfectamente se mimetizaba con el gris del cemento de las jardineras y el patio de la plazoleta recién restaurada del barrio. Una figura de la que no se distinguía el rostro pero que podíamos ver perfectamente aún y las penumbras de la pobre iluminación de barrio a esas horas. Sé perfectamente lo que ví: era la bruja materializada como si fuera hecha de ceniza. Al girar la cabeza para alertar a los amigos ella desapareció a mi movimiento. Otro de la pandilla la vio también. Ese momento nos congeló la sangre y por unos segundos dejamos de oir a los perros y las broncas vecinales a los cánidos.

La sinfonía canina cesó al poco y de golpe. Llegó la calma. Quemamos el papel que nos sirvió de ouija y tiramos el vaso a un contenedor de basura. No nos despedimos de la bruja para cerrar la sesión. Nos fuimos corriendo intentando convencernos que con quemar el papel y tirar el vaso ya estábamos cerrando la sesión y quemando lo que quedara del recuerdo.

1 comment:

S.O.S. said...

Gran error,las brujas odian la falta de cortesía.
La Ouija es realmente peligrosa.