Wednesday, September 26, 2007

BUFFET LIBRE

Siguiendo con lo que les anunciaba en el post anterior quiero dedicar este artículo a algo que nos agrada en desmesura a los que somos "de vida": el buffet libre.

¡Ay qué buen invento que es el Buffet Libre! Buffet es el anglicismo para una palabra de origen francés buffet que viene a significar "mostrador", "despacho", "aparador", así como el mostrador de una tienda es donde se trata con el público. Así pues la palabra nos ha dado la idea de ser un mueble donde se expone. Estamos acostumbrados a escuchar esta palabra a la inglesa para referirnos al mostrador del Buffet Libre. Sin conexión alguna con lo que he explicado, existe la coincidencia que la palabra BUFETE, que según tengo entendido, significa CULO en caló, la variante ibérica de la lengua romaní, habla del pueblo gitano.

Vistas la etimología y una curiosidad sobre esta palabra, vamos a entrar en materia con lo que comentado que es un gran invento: la idea de comer todo lo que puedas por un precio pre-establecido. No sé quién tuvo la brillante idea de poner al alcance de los más tragones la posibilidad de salir más que satisfecho de uno de estos restaurantes habiendo pagado lo que cuesta un menú en cualquier restaurante convencional. Bueno, tal vez el precio sea un poco más caro que en otro restaurante pero el reto está en que te salga a cuenta el haber pasado por el buffet libre. Normalmente los restaurantes de buffet libre se ceban un poco en el precio de las bebidas por lo que el comensal tiene que ser un poco más vivo y pedirse la bebida más barata que haya en el restaurante que generalmente suele ser agua. En cuanto a la bebida y su proporción con respecto a la comida voy ahora a dar un pequeño consejo. Tomen nota:





Por favor, vigile de no hincharse el estómago de líquido ya que no alcanzaría a meter en el estómago la cantidad suficiente de comida para que salga a cuenta haber ido a comer a ese sitio. Ya he escrito que se tiene que obtar por la bebida más barata, el agua mineral sin gas, que suele venir presentada en botellas de litro y medio. No sea toca-cojones con si la botella viene desprecintada, si tiene el gusto de la cañería, que si se nota que es del grifo y han rellenado la botella. Déjese de imbecilidades y dedícase a engullir comida que para eso hemos venido, el agua sólo tiene que ser para, en caso de atragantamiento, poder salvarnos la vida o salvarnos del bochorno de ponernos a toser de manera escandalosa mientras nos atragantamos con piezas alimenticias mayores de las que nuestra garganta puede admitir. Así pues evite beber agua y dedíquese a lo que ha venido, a papear. Por supuesto no me sea cenutrio y vaya a pedirse un refresco carbonatado para acompañar la comida porque, además de que le va a costar un ojo de la cara, las burbujas de los refrescos de naranja, limón, cola,... se concentran en el estómago, nos lo hinchan y éste interpreta que ya está lleno y, por tanto, el cerebro nos da una información falsa diciéndonos que ya estamos satisfechos cuando aun tenemos centímetros cúbicos de estómago por llenar. Ni qué decir tiene que no se decante por bebidas alcohólicas por la razón de la cantidad-precio.

Yo quisiera dejarle claro que en la única situación en que se puede permitir tomarse un refresco de burbujas para acompañar una comida es cuando vaya a un Restaurante Chino ¿por qué? pues porque como uno ya paga el menú, y el menú tiene un principio y un fin, no tiene que reservar espacio para ver cuánto más puede meter en su estómago, simplemente usted ya sabe qué es lo que hay y tiene que contar con ese espacio. Sólo en este caso se permite el uso de una bebida carbónica pero, ojo, no sea burro y no se vaya a pedir una lata de Coca-Cola por aquello de que van 33 cl., y sería usted un tontorrón profundo si se pidiera el botellín de 20 cl. de Coca-Cola (aunque tenga mejor sabor). Usted lo que tiene que pedir en estos casos es una botella de gaseosa. ¿Por qué? pues porque por el mismo precio de una lata de Coca-Cola de 33 cl. se puede meter medio litro de gaseosa que, al fin y al cabo, usted lo que quiere es notar un saborcillo dulce y con burbujas en el fluido que acompaña su "menú-diario-lunes-a-viernes-mediodía,-5€.-excepto-festivos" o lo que coño suela pedir en un chino.

Sobre la comida de los restaurantes chinos diré que me encanta. Ya sé que lo que nos ponen en estos restaurantes está a años luz de lo que realmente comen los chinos en China. Para el que no esté iniciado diré que la gastronomía china difiere mucho de la nuestra ya que allí se lo comen todo, y cuando digo todo es todo. En China comen alimentos que aquí no comeríamos jamás, alimentos como todo tipo de insectos, escorpiones, perros, ratas, etc... Existe la anécdota en la que un embajador británico en China recibió en su casa a no sé qué ministro del gobierno chino. El embajador tenía una perra que acababa de dar a luz una camada de cachorros y después de la reunión el británico decidió regalarle dos perrillos al ministro chino. Al cabo del tiempo el chino agradeció al británico el regalo diciéndole que los perros estaban muy buenos y que hicieron las delicias de los invitados a su casa. Pues lo que decía, en China se come muy diferente de lo que nos ponen en los restaurantes chinos de Europa. Aun y así sí que hay platos comunes como el "cerdo agridulce", el "rollo de primavera" o el "plátano frito".

La comida servida en los restaurantes chinos me mola un mazo porque:

1º. Es abundante (sin más comentarios)
2º. No es a lo que estoy acostumbrado (me gusta variar)
3º. Es muy golosa por ese magnífico invento que es el potenciador del sabor llamado Glutamato el cual ponen en todos los platos de manera bestial.

Llegados a este punto ya están ustedes preparados para saber cual es la máxima aspiración en lo que en materia de papeo se refiere: EL BUFFET LIBRE ORIENTAL

Sí, amigos, si me gusta la comida china y me gusta ingerirla en cantidades industriales, mi máximo sueño es reventar en un buffet libre de comida china a la europea. Comida golosa y a granel aderezada con las más exquisitas salsas de soja tostada, yogur, tahín (pasta de sésamo), salsa de cachuete, etc... Infinidad de ensaladas de lechuga Iceberg con gelatina de agar, rollitos de primavera, la siempre apetecible ternera con salsa de ostras, el gelatinoso pollo con almendras, los tallarines fritos con ternera o gambas, deliciosos bulbos de pasta rellenos de preparados cárnicos con un sinfín de especias,... y todo esto en las más grandes cantidades que un ser humano pueda comer.

Aunque un servidor actualmente no tenga por costumbre comer carne me salto la dieta semi-vegetariana cuando tengo al alcance estos exóticos manjares suculentos en los que los productos de origen animal saltan del plato rogándome que los devore para así llenar mi cavidad bucal de una orgía de sabores y aromas que me transportan en una nave que surca el mar del más placentero de los placeres gastronómicos.

Por la filosofía de la comida vegetariana estuve una vez en una feria dedicada a las costumbres del naturismo, la alimentación biológica, etc... en esta feria había azafatas que repartían publicidad de diversas empresas dedicadas a la agricultura ecológica, alimentación natural, etc... y, cómo no, restaurantes vegetarianos. Así una chica me ofreció la tarjeta del restaurante para el que trabajaba. ¡Dioses! tal vez aquel momento fue una revelación divina. En cuanto leí la tarjeta se me abrió el cielo:

RESTAURANTE VEGETARIANO ORIENTAL - BUFFET LIBRE.

Naturalmente no pasó ni una semana que ya me presenté en el citado restaurante a ver qué se cocía, y nunca mejor dicho. La decoración, hay que decirlo, era muy cutre. El restaurante por dentro simulaba el compartimento de pasajeros de un avión, con ventanillas en las cuales se podían ver vistas aéreas de la ciudad de Nueva York, paisajes de la Micronesia, la Torre Eiffel, etc... las paredes de maedra aglomerada mal-pintadas con esmalte "verde laguna", mesas fijas muy feas. Al inicio del local la barra del bar y al final del mismo... ay! al final del mismo, justo antes de la cocina y los labavos. Al final del local: EL BUFFET. Un mueble de acero inoxidable en el que las bandejas se mantenían calientes por el sistema de calefacción del mismo buffet, bandejas cargadas de comida, eso sí toda vegetariana, dispuesta a ser servida en los platos que se amontonaban junto a la ventanilla de la cocina por la que no paraban de salir más productos alimenticios listos para consumir.

La ventaja es que el restaurante no estaba muy concurrido lo que me permitía ir y venir contínuamente de la mesa al buffet y del buffet a la mesa con todo lo que me iba a llevar al estómago sin vergüenza alguna. Además como las mesas estaban separadas por cortinillas uno tenía la intimidad suficiente para poder cargar el plato hasta los límites del equilibrio y llevarlo a la mesa para devorar el contenido resguardado de las miradas de los que son igual de glotones que yo pero que van a fijarse en lo mucho que come el vecino.

¿Qué comí? todo y de todo. Desde ensaladas inundadas de salsas, falafel (bolas fritas de harina de garbanzo típicas de la cultura árabe), patatas guisadas en salsa ligeramente picante, rollitos de primavera de col, lechuga y zanahoria, bambú guisado en salsita, tallarines de harina de arroz salteados con setas shiitake, estofados de tofu, sopa de azuquis (especie de legumbre asemejada al frijol), arroces de todas clases, etc... Madre del alma, aun y después de varios viajes al buffet el plato siempre aparecía vacío cuando me levantaba de la mesa.

Cuando terminé me pedí un té de gengibre. ¡Qué calentito! ¡qué picantito! ¡qué delicioso! Bebí un trago bueno de ese caldo tan aromático. Noté cómo bajaba el calor por mi esófago arrastrando cualquier trozo de comida que hubiera quedado pegado al interior de la luz de la parte alta de mi tubo digestivo. En cuanto el cálido líquido llegó a mi estómago noté como si diera una vuelta entera al gran bolo alimenticio que yacía en mi panza esperando a ser digerido por mi sistema digestivo. La sensación de notar el calor paseándose por la pared interna de mi órgano gástrico me dio un vuelco que me hizo palidecer y sentir como un escalofrío me recorría la columna vertebral hasta llegar a mi cerebelo, desde éste se mandaría un mensaje nervioso a la protuberancia que activaría el sistema parasimpático de mi cuerpo. Este mensaje fue devuelto a mi estómago en forma de orden para que la musculatura lisa de éste actuara dicéndome que tenía que ir urgentemente al labavo. Con sudor frío, pero calmadamente, fui al labavo y, apuntando mi boca al interior del WC, eché las rabas. Mientras vomitaba, notaba como los azuquis que había comido en sopa sin masticar salían disparados cual munición de una ametralladora M-60, proyectándose sobre la superficie interior del WC hasta el punto que pensaba que iba a romper la cerámica del Roca.

Cuando salí del labavo me pregunté si me había salido a cuenta ir a ese buffet libre. En realidad qué buscaba yo ¿alimentarme o simplemente comer? Yo lo que quería era papear, cuanto más mejor, saborear la comida. Y así lo hice. Mi cuerpo no sintió la sensación de estar hambriento porque comer había comido lo único es que nutricionalmente hablando no me había servido para nada pero yo salí de allí contento. Voy a decirles que, en la edad antigua, los romanos como no tenían tele se tenían que entretener con otras distracciones, de ahí las famosas fiestas y bacanales en las que se recreaban en vícios y placeres, y no tanto con el sexo que lo había, si no con el gran placer de la comida. Los romanos en esas fiestas practicaban el sexo con el fin de practicarlo de manera lúdica y no de reproducirse, de la misma manera comían por el placer de comer y no de alimentarse, y para evitar engordar tomaban sustancias emetizantes que les ayudaban a vomitar lo ingerido de manera lúdica. Para alimentarse comían en casa, para disfrutar del placer de la comida comían en sociedad. Al día siguiente volví para tomarme la revancha con ese maldito té de genjibre y me puse ciego de nuevo. Esta vez no me dio el vuelco en la panza y gané la batalla. No me volví a sentir como un romano.

VIVA EL COMER. VIVAN LOS BUFFETS LIBRES.

EL HUEVO ASQUEADO

Con este artículo se inicia una mini-serie de posts de temática gastronómica. Y es que ya hacía falta que los lectores de este blog tuvieran unas dosis de uno de los placeres más grandes de la vida como es el comer. En siguentes posts se hará un análisis exhaustivo de mis experiencias culinarias tanto como comensal como por haber sido profesional de la restauración. Ahora, sin más dilación, les dejo con el artículo sobre uno de los temas que más han preocupado a niños y mayores como ha sido el comedor de los colegios.



Antes hablaba de uno de los placeres más grandes de la vida... bueno, precisamente un placer no fue lo que se narra en las siguentes lineas ya que se puede hablar de un trauma infantil. Un servidor de ustedes y su hermano en los primeros cursos de EGB (sí, hemos tenido una educación reglada ¿qué os pensábais?) vivían en un pueblo de la costa gerundense y el colegio estaba, entonces, apartado del núcleo urbano con lo cual, al no tener coche nuestra madre, nos veíamos obligados a quedarnos a comer en el comedor del colegio. Ahora muchos de los que leen esto dirán: "Hala! ahora te vas a meter con la comida de los colegios. Pues yo me quedaba al comedor y me molaba" pues yo contesto: "Me alegro que te molase. Si hubieras estado en aquel comedor no dirías lo mismo".



Lo mejor de quedarse a comer en ese colegio era que coincidíamos con un chaval de segundo, Manolo (yo iba a primero) y uno de séptimo, Evaristo. Así, nos sentábamos en una mesa de 4 (en sentido de las agujas del reloj) Evaristo, Manolo, yo y mi hermano. Lo pasábamos en grande con las tonterías que soltaba Evaristo. El tío tenía puntazos.



Lo peor: la comida. En ese colegio la comida era una mierda. No. Corrijo, la comida era una puta mierda. Comer mierda y comer esa comida era lo mismo. Si alguna vez me preguntan ¿a tí te gusta la mierda? yo respondo que no ¿y por qué puedo decir que no me gusta la mierda? pues porque la he probado. No me he comido ningún truño, no. No seamos guarros. Pero aquella comida era mierda.



Si alguna palabra podía definir el comedor de ese colegio la palabra es ASCO. Me daba asco entrar en aquel comedor, que aunque disfrutaba de un escenario para exposiciones y obras de teatro, el aspecto rancio de las paredes con los pósters de paisajes ya amarillentos por el desgaste ya me removían las tripas. Me daba asco el olor de la cocina donde tenía lugar la macabra preparación de los víveres-vívoras (porque eso era venenoso). Me dio mucho asco una vez llevar la bandeja de la bazofia que comíamos a la misma cocina y sorprender a las dos cocineras (por llamarlas de alguna manera) comiendo los restos de la ensalada que había aquel día, sobre todo el detalle que presencié: una cocinera con cara de asco que se comía una aceituna y, en ese momento, se sacaba el hueso de la boca mientras cogía la siguente aceituna para papeársela. Me daban asco los macarrones al gratén que no eran más que un pegote de pasta pasadísima con tomate de manera testimonial (o sea más blanco que rojo) y un queso que, lejos de estar gratinado, estaba crudo. Seguiría enumerando platos inmundos y no terminaría... Pero lo que más asco nos daba a mi hermano y a mi era cuando nos ponían: EL HUEVO ASQUEADO.



¿Qué coño era El Huevo Asqueado (en adelante EHA)? Pues EHA era una especie de huevo frito. Y me dirán ustedes: "pero si el huevo frito es la comida favorita de los niños". Sí, el huevo frito sí pero es que aquello era EHA. Presentado en un plato de metal, redondo y pequeño, como los platos donde se pone la ración individual de canelones, EHA yacía en él sin más guarnición que el huevo en sí. Una clara con los bordes tostados, sin apenas burbujas de su cocción, y la yema de color amarillo selectivo (el amarillo claro de las luces de cruce de un coche de los años 80 y 90) le daban a EHA un aspecto como... de plástico. Me recordaba al típico huevo frito de plástico que incluyen en los juegos de comiditas para las niñas. Cuando uno pasaba el tenedor por la superficie de EHA no encontraba imperfecciones, simplemente era una superficie lisa. No hablemos ya de la yema: a parte del color, que ya he comentado, debo añadir que la maldita yema estaba completamente cuajada. A todo niño le gusta mojar pan en la yema del huevo frito, con EHA no era posible ya que, más que cuajada, estaba petrificada. La solidez de la yema hacía que no se pudiera mojar pan alguno y que si uno cortaba con un cuchillo EHA quedara seccionado dejando a la vista un interior perfectamente lleno de yema cuajada de color amarillo selectivo. Pero lo mejor está por contar, y es el sabor.

El sabor.

Vamos a ver. Si le llamo EHA ¿por qué puede ser? Lógicamente por el asco que daba. Un sabor rancio que no he vuelto a experimentar en mi vida. Mis papilas gustativas no han tenido ocasión de saborear otra vez esa mezcla de rancidez, amargura y no sé cuántos sabores inmundos más combinados en el cúmulo de aromas bucales más asquerosos que haya probado en mi vida. Ahora, ya de mayor, me cuesta de imaginar otro sabor comparable a aquella porquería. He comido de todo, me gusta comer y he saboreado algunos manjares que me han gustado más y otros que menos, además de otros que no me han gustado nada, pero el recuerdo que tengo de EHA es algo indescriptible que me hace venir arcadas tan sólo de pensarlo pero como soy masoquista en este aspecto voy a intentar de poner palabras a tan horrible sensación estomatológica a la vez que miraré de dar una explicación al origen de tan monstruosa aberración culinaria.

He comentado que se trataba de un sabor rancio, como si fuera un alimento que se haya pasado de la fecha o simplemente no esté destinado al consumo humano. No sé si alguno de ustedes, hambrientos lectores, han mordido o lamido alguna vez la pezuña del jamón que cuelga de un gancho de la cocina por Navidad. Si es así, ¿verdad que tiene un sabor como amargo y fuertemente concentrado? Pues EHA tenía un sabor similar pero como si el puto huevo hubiera estado frito con aceite requemado, con un aceite que se haya usado más veces de lo debido y muchas más. Ahora dudo que ese aceite pudiera ser de gira-sol, ni mucho menos de oliva. De hecho como esta historia ocurrió a principios de los años 80, es muy posible que el aceite fuera de colza y que, juntamente con los refritos de los que era objeto durante semanas, el aceite se volviera más peligroso que el gas sarín. Afortunadamente sólo estuvimos 2 años en ese colegio, mal-disfrutando de ese comedor inmundo, de haber estado más tiempo hubiéramos formado parte de las estadísticas de mortalidad infantil (o tal vez nos hubéramos hecho inmunes a toda enfermedad).

En casa denunciábamos los hechos diciéndoles a nuestros padres que la comida en el cole era muy mala, que era una mierda, evidentemente dimos parte del plato que en especial nos tenía amargados (nuestro querido EHA) pero nuestros padres en lugar de decir: "pero cómo se atreven a poner tal bazofia!" no, se partían la caja en un mar de risas por el apelativo con el que habíamos bautizado a uno de los platos más antiguos de la historia y que en ese colegio se convertía en nuestra peor pesadilla. Nuestros padres nos decían que no es lo mismo cocinar para 5 personas que para tanta gente como había en el comedor del colegio y que era normal que la comida no fuera tan buena como la de casa. Pero es que la comida no era buena en absoluto. Además nuestro padre nos decía que en otros tiempos se pasaba hambre y la gente se lo comía todo por malo que fuera y que cuando él estaba en el colegio de curas uno no podía escoger la comida, lo que había era lo que se comía, sin más contemplaciones.

Hoy en día hechos como los que he narrado no tendrían lugar. Seguro que se hacen catas de los menús que se sirven en los colegios para que los padres vean que sus hijos están bien alimentados y que la comida no sólo cumple con su función nutritiva, en base a una dieta "sana y equilibrada", sino que el sabor de la misma hace que la hora de comer no sea un suplicio para los paladares de los niños. Pienso yo... ¿sesiones de catas para la conformidad de los padres en 1981? Jamás de los jamases. Decían que en el servicio militar se comía mal y que los reclutas se veían forzados a tener que comprarse bocadillos durante el paseo y que cuando iban de permiso a sus casas volvían al cuartel cargados con el chorizo de cantimpalo y el pan redondo de kilo. Pues una mierda! donde se comía mal no era en otro sitio que en el maldito comedor del colegio donde estudié primero y segundo de EGB.

Y dicen que el "fast food" es comida-basura. El Huevo Asqueado era una BASURA POR COMIDA.

Saturday, May 26, 2007

LA MÁQUINA DE CAFÉ

Conversación telefónica basada en un caso real que le ocurrió a un buen amigo mío que trabaja como reponedor para un empresa de Vending.


María: ¡Paco! Yama ar número que t'han dado en er armacém de los materiales para poner la máquina de café en el trabajo.

Paco: Ya va... (Joder con la mujer). Vamos a ver... 6, 1, 6, 5,...

Vending: ¿Digame?

Paco: Hola, buenos días.

Vending: Buenos días.

Paco: ¿Son ustés los que ponen las máquinas der café?

Vending: Sí.

Paco: Yo quiero que me pongan una máquina der café.

Vending: Bueno pero para eso tiene usted que llamar a la oficina...

Paco: No, no. Yo la ofisina la tengo en casa y el café me lo hase mi mujé. Lo que quiero es que me pongan una máquina der café en la obra. Verá, el que somos construnsiones Francisco Martínez, s.l.

Vending: Ya, señor, pero usted lo que tiene que hacer es llamar a nuestra oficina. Que le pongan con el departamento comercial.

Paco: ¡Pero qué coño dise der apartamento y der comersio! Si la quiero pa una obra. Le esplico: resulta que los chicos se me van a tomá er café ar bar y es que me tardan mucho rato en volvé a poné los ladrillos. A parte que uno no controla qué es lo que toman, que si er carajillo,... y ya sabe usté lo serias que se están ponieno las altoridades con eso de los riejgos labolares, y por eso quiero una maquinita der café al lao der containe de los vestuariosss.

Vending: Pero no es conmigo con quien tiene que hablar. Si yo soy un reponedor. REPONEDOR.

Paco: Pué eso es lo que quiero yo: que me la PONGA. Joder.

Vending: uhm...

Paco: Mire usté. Lo que passa es que si no tiene ganas de trabajá me lo dise y ya está, en lugar d'estar mareando tanto la perdís. Coño. Así va España. Ya le diré a mi mujé que me prepare er café y se le yevaré en TERMO a los chicoss.

Vending: Pe... pero...

Paco: Ni pero ni ostras en vinagre. Ahí se queda. Ya ha perdío un cliente. Adió, buenos días.

María: Pero Paco, ¿Qué ha pasao? ¿Qué son tantos gritos?

Paco: Ná, María, que la gente es más vaga... que no hay ganas de trabajá. Anda ve poniendo la cafetera grande ar fuego que me yevo er café en los termos...

María: Paco, no te surfures, que no te conviene pal corasón...

Paco: Que no me surfure... Así va España...

María: No me vayas a beber tu café ahora que te va a entrá argo malo...