Un fanzine digital chorra. Las desventuras de Autodefensa, el mejor grupazo de Punk rock de la historia y su universo chorra. Relatos de misterio chorra, noticias chorras, punkismo chorra... básicamente lo que me salga de la chorra.
Wednesday, December 17, 2008
EL MÁNAGER DE ROCK
Sunday, December 07, 2008
EL CARTERO FEO
En las cercanías había una oficina de correos cuyos trabajadores, al terminar la jornada, solían acerarse al bar a tomar una cervecita. El elenco de personajes que formaban los trabajadores de correos era de lo más variopinto pero destacaba el hecho que no había ninguno que correspondiera a un perfil normal de ser humano: eran todos/as muy feos/as. Me parece que en la selección de personal era obligado ser desaliñado y FEO.
Las maravillosas criaturas que formaban el equipo de carteros eran singulares y, evidentemente como ya he dicho, feas. Habían ejemplos de fealdad para todos los (dis)gustos. Aunque me dirán ustedes: y tú eres un Robert Redford, ¿verdad?. Pues no, no soy ningún Robert Redford pero no me veo tan feo como lo eran aquellos carteros y carteras que pienso yo que lo tendrían muy crudo para entrar a los portales para repartir el correo en los buzones. ¿A ver quién era el listo que dejaba entrar a su casa a cualquier engendro con el pretexto de firmar un certificado?
Había uno que levantaba un metro y medio del suelo, de pelo revolucionado y bigote como el de Azkarorta. Otro que parecía que llevaba gafas para que no se le cayeran los ojos al suelo. Otro que carecía de músculos faciales desde la mandíbula superior hacia abajo, y el labio inferior le quedaba completamente caído dejando al descubierto la dentadura. Una cartera que parecía que se hubiera limado todos los dientes en forma de punta y le quedaba la boca como una sierra... Algo común a todos ellos es que parecía que se hubieran peleado con el peine: todas las cabelleras eran batallas campales entre los pelos.
Ante tal desfile de artistas de circo de los años 1900 la reacción inicial era la de echarse a correr por miedo a que no estuvieran vacunados, pero daba gusto verlos cómo se divertían y se contaban sus anécdotas en un ambiente laboral digno de envidia, sin malos rollos y con una cordialidad ejemplar.
En una ocasión vi cómo uno de ellos, que iba vestido con una camisa de leñador, contaba una historia gesticulando de manera exagerada como si fuera el mismo Charles Manson. Sus compañeros seguían la narración con una expectación tal que hacía que no perdieran detalle, riendo a cada palabra o gesto gracioso del conferenciante. El del labio sin músculo estaba tan metido en la historia que contaba el de la camisa de leñador y, sin darse cuenta, bajó un poco más el labio inferior de manera que se le cayó un salibajo de 50 mililitros que fue directamente a parar a su pantalón. El salibajo se formó en el labio inferior y allí se acumulaba como si fuera un recipiente. El peso de la saliba aumentó a medida que formaba y el labio inferior cedió. El resultado es el que les he contado. Una baba tsunámica aterrizando sobre la pernera del pantalón tejano. Me reprimí la risa mientras observaba cómo bajaba lentamente la mirada a su pantalón y cogía una servilleta de papel para limpiarse la bochornosa mancha de saliba. Cuando se levantó se percató que la visible mancha parecía producto de una enúresis.
Llegó el momento de marchar y la cartera de los dientes puntiagudos, mirando el paquete del del labio flojo, se fijó en la mancha de la saliba y puso en conocimiento de todos que el compañero parecía que se hubiera meado. Todos echaron a reír. El del labio flojo en principio decía que no pero al poco empezó a carcajearse con los demás con el buen humor de saber reírse de sí mismo. El de la camisa de leñador increpó en medio de las risas a la de los dientes de sierra preguntándole que qué es lo que pretendía mirar cuando descubrió el salibajo:
- ¿Y qué es lo que estabas mirando para ver la mancha de la saliba? ¿No será tuya la saliba, eh? JAJAJA.
Todos continuaron riendo de manera incontrolada. Entre tanta risa y cacareo, las mujeres del grupo de vez en cuando entonaban un UUUUUUUUUUUUUUUUU!!! al más puro estilo de señora de 50 o 60 años que no se aguanta el ataque de risa. Era bastante habitual que su buen humor y buen rollo se descontrolara dando como resultado un gallinero de 110 decibelios difícil de controlar por los camareros que, impotentes, veían cómo algunos de los clientes -vamos a llamarles- normales dejaban de asistir ya que la visión de alguno de los carteros le hacía quitar el hambre.
El grupo estaba tan bien avenido que seguro que su relación se llevaba más allá del trabajo y los propios compañeros de la oficina eran los mismo que podían formar parte del grupo de amistades fuera del ámbito labora. Su buena relación hacía suponer que incluso mantuvieran relaciones sexuales liberadas y que los flirteos de la de los dientes de sierra no producían celos entre las demás compañeras. Allí parecía todo muy hippie. No quería ni imaginarme cómo pudiera ser una escena en la que los mismos compañeros habían quedado un domingo por la tarde para ver el fútbol en casa de uno y que se desmarcaran dos parejas para hacer guarreridas españolas en habitaciones de la casa. Tenía que resultar muy gore comprobar (o imaginar) al del labio flojo soltando un salibajo en toda la cara de la de los dientes serrados después de pegarle un morreo de película.
Yo dejé de ir por el bar a las pocas semanas ya que terminé mi misión en aquel barrio. Creo que todavía deben trabajar allí y continuarán yendo por el bar. No sé. Será cuestión de un dia ir a comprobarlo, aunque debo admitir que me ha costado mucho sacarme de la memoria la saliba cayendo sobre el pantalón y el posible morreo entre la de los dientes y el salibero, es por eso que me corto mucho de ir a ese bar ya que aflorarían recuerdos que me abrirían heridas en mi memoria.
Heridas muy gores. slurrrp!
Sunday, November 30, 2008
FRANKFURTS, TAPAS Y PLATOS COMBINADOS (6)
Tal y como les anunciaba en el post anterior, reemprendo esta estupenda serie de temática grastronómica con otro puntazo derivado de mis experiencias como profesional de la hostelería.
Esta vez voy a centrarme en otra desventura del ser humano de hambre sin fin. El mismo protagonista de "El bocadillo de Mortadela" tuvo la mala suerte de ser cliente habitual de un camarero burleta que sólo hace que recordar las paridas que se sucedieron en el tiempo que trasncurrió como camaruta en su trayectoria profesional.
Un buen día nuestro glotón cliente entró con un ligue.
¡Hombre! - exclamamos todos - ¡por fin se ha echado novia! A ver si así sienta la cabeza.
Su compañera se propuso enderezar a nuestro amigo en el buen camino de la vida, empezando por ponerlo a régimen para que perdiera unos kilos y mejorara sus hábitos alimentarios para llevar una dieta más sana y equilibrada. Una tarea extremadamente difícil.
La feliz parejita cenó algo ligero porque tenía intención de retirarse pronto, supongo que para hacer un poco de ejercicio y no gimnástico precisamente, pero decidieron rematar la velada con unas copas. Así pues, se pidieron un pelotazo cada uno. No sé si fue que, por haber comido poco, el pelotazo se le rebeló dentro del estómago e hizo que se le abriera el apetito de manera terrorífica, aprovechando la mínima oportunidad que tuvo para darse una dosis de satisfacción gástrica. Veamos cómo fue:
Ella: Me voy al labavo un momento.
Él: Vale.
Ella: Camarero. Vigílame que no coma ni beba nada más, que ya ha tragado bastante.
Camarero: No se preocupe, señorita. Su acompañante permanecerá en inanición.
Ella: Eso espero.
En seguida que la chica se metió en el labavo, él se acercó a la barra y pidió cuatro rollizas croquetas que ya tenía pipeadas desde que había entrado en el bar y que no había pedido porque no "eran de régimen". Apetitosas croquetas de pollo rebozadas de manera artesanal, como todo lo que se hacía en aquel bar. Le ofrecí calentarlas en el microondas, cosa que nuestro glotón profesional rechazó para no perder tiempo, y sentado en un taburete enfrente del surtidor de cerveza, se las metió todas en la boca quedándose en con las manos juntas delante de la boca mientras disimulaba los movimientos de mandíbula que le permitían masticar las cuatro croquetas (juntas podrían pesar unos 200 gramos). Su compañera salió del labavo y vió a nuestro gordo amigo en una posición que más bien podía recordar a alguien que estuviera rezando delante del surtidor de cerveza.
Ella: ¡Qué! ¿Qué coño haces ahi? ¿Ya estás comiendo?
Él: mmffNo... mmf. - respondió con la boca llena.
Ella: eres incorregible. Glotón! Más que glotón!
Él permaneció en total silencio con la cara toda roja, más que de vergüenza, por el principio de atragantamiento que parecía que iba a suceder.
La mujer, cabreadísima, volvió al labavo no sé a qué, y él aprovechó esa nueva ausencia para tomarse un "cubata-express". En menos de lo que canta un gallo me pidió un Gin Tonic, se lo serví y él se lo bebió de un trago como si viniera del desierto del Sáhara.
Ella salió de nuevo del WC y ordenó al cerdo humano pagar la cuenta y marcharse.
Al cabo de media hora volvió nuestro cliente preferido. El mosqueo de ella hizo que no hubiera remate de la velada y esto hizo que el hombre se decidiera a terminar la noche con un placer aun más grande que un polvo. ¿Que qué dijo en cuanto entró?
Él: VENGO A COMEEEERRRR!!!!
Su rápido ojo para todo lo que era papeo estaba perfectamente entrenado con memoria fotográfica y nos dijo que ya había visto cómo metíamos una ensalada de alubias con tomate, cebolla, pimiento y atún (un empedrado) en la nevera expositora de la barra del bar. Su mente criminal había retenido esa imagen y fue devorando, tapa a tapa, la ensalada hasta dejar la bandeja de kilo y medio completamente vacía. ¡Y además con pan!
Cuentan los vecinos sobre el ataque de pedorrera que se oyó en su piso durante aquella noche. Un ataque de pedorrera que arrastró varios días, por lo que tuvimos noticia por él mismo, cuando nos contó que se le escapó un silencioso pero letal pedo en un autobús y todos los viajeros echaron la culpa a otro señor al que expulsaron del vehículo de transporte publico acusado de marrano, cuando fue nuestro cliente el que, callado como un puta, eliminó aquel demonio en forma de pedo.

Yo: Buenos días. Con mucho gusto.
Después de meterse tres cervezas no parecía que la sed se terminara y decidió beber tres botellines de CocaCola y, como el calor persistía en su garganta, mi padre le recomendó:
Padre: Oye, en lugar de seguir metiéndote cervezas a las 11 de la mañana ¿por qué no te bebes un Trinaranjus? El trinaranjus es refrescante y ni te emborracharás ni te llenarás el estómago de burbujas.
Él: Bueno. Vamos a probar esto del Trinaranjus.
Ni que decir tiene que este señor no tenía mesura alguna con lo que era el verbo ingerir. Se llegó a meter hasta 18 Trinaranjus seguidos. El líquido de las botellas de Trinaranjus entraba en su estómago de un sólo trago y el espacio de tiempo que había entre botella y botella era sólo cuando él decía:
Ponme otra.
Ahora analicemos la ingesta con números:
Si cada botella de Trinaranjus contiene 20 cl, los botellines de CocaCola tienen también 20 cl. y las de cerveza eran medianas de un tercio de litro, ¿Cuántos litros de líquido se metíó en el plazo de una hora? ¡¡¡fue un total de 5 litros de líquido!!! Y ENCIMA PÁGALO! La broma, tratándose de aproximadamente el año 1994, le salió por casi 3.000 pesetas (el botellín de refresco se pagaba igual que el tercio de cerveza: unas 125 pesetas). Las 3.000 lentejas son 18 € pero por el crecimiento económico si vas a un bareto y te tomas todo lo que se tomó el colega cuenta que como muy barato te tendrías que gastar al menos un euro por botellín. Así digamos que 18 de Trina, 3 de ColaCola y 3 de birra, a un euro cada botella: 24 Eurazos, el equivalente a 4.500 pesetas. Pero, claro... los cálculos los he hecho a la baja ¿A ver en qué bareto te tomas una birra por 1 euro? Obviamente, hoy en día está todo mucho más caro y ya con un café au lait se te van 1.20€; ¡doscientas pelas, tío!
En este caso la culpa de todo no fue de su sed, no fue de su ansia por introducir cosas en el estómago, no fue ni mucho menos culpa de mi padre quien le dio la idea del Trinaranjus. La culpa fue del propio Trinaranjus que por ser dulzón, fresquito y sin burbujas, hace que te entre como si fuera agua y ni te des cuenta.
Las burbujas en un refresco pueden servir como freno para evitar la ingestión descontrolada de líquido. A veces -no sé si les ha pasado a ustedes- pero al recién abrir una botella de ColaLoca y meterle el primer buche, el exceso de burbujas súper-rabiosas ha hecho que no me pudiera meter un trago guapo, teniendo forzosamente que tomar buches más pequeños para evitar que una invasión ofensiva de burbujas me colapasara el estómago hasta el punto que pudieran bloquear mi cárdias impidiendo la llegada de más líquido hasta que el gas no fuera expulsado en forma de sonoro eructo.
Tuesday, June 24, 2008
LA CABAÑA DEL INDIO
Por aquel entonces nos divertíamos con las bicicletas y éramos ávidos tragadores de helados aunque ya le habíamos encontrado más el gustito a la cerveza y a los cigarritos. Nuestras aventuras iban más allá de los confines del pueblo y nos atrevíamos a traspasar los límites municipales por las más peligrosas carreteras de curvas y por tortuosos caminos de montaña.
Una vez, después de pedalear durante horas, llegamos a un riachuelo que se podía atravesar por una zona de muy poca profundidad. Y como por este paso discurría el camino que íbamos siguiendo, decidimos traspasar el río. Aflojamos la marcha de las bicicletas para no resbalar mientras atravesábamos el río. En la otra orilla, oculta tras unos árboles, vimos una cabaña construida con materiales diversos que bien le daban el aspecto de una chabola. Anexa a la cabaña había un cercado de tela metálica donde se veía correr a unas cuantas gallinas de aspecto enfermizo. La imagen general de aquella construcción era más propia de un documental sobre el cuarto mundo. Por la presencia de las gallinas intuíamos que en esa cabaña había gente, si más no en ese momento parecía que no había nadie.
Muertos de curiosidad nos acercamos para ver de cerca aquella misteriosa cabaña de la que jamás habíamos tenido noticia no estando esta muy lejos del pueblo donde pasábamos las vacaciones de verano. Al aproximarnos a la fea construcción a base de retales de diversas cosas, descubrimos que se encontraba vacía en ese momento y echamos un vistazo general, mirando de cerca las famélicas gallinas, chapas que formaban paredes, uralitas que remataban el techo y, por supuesto, nos inclinamos sobre un sucio ventanuco para ver el interior.
A través de una polvoriento cristal roto vimos que en la casa debía estar habitada habitualmente dado que tenía una mesa con un plato con sus restos de comida reciente, de refilón se veía una cocina y, entre otras cosas, una cama desecha de la cual parecía que habían estado durmiendo la noche anterior. Toda la casa echaba un hedor lo más parecido al de unos huevos podridos. Una peste que nos irritaba la pituitaria despertando en nuestro cerebro un maldito recuerdo odorífero que no habíamos experimentado desde hacía años.
De repente, un fuerte ladrido nos asustó. Un perrazo enorme nos estaba ladrando desde detrás de unos árboles. Junto al perro se oyó la voz de un hombre mayor que decía:
Calla, perro asqueroso. ¿Es que hay alguien?
El perro vino corriendo emitiendo ladridos a nosotros y, despavoridos por la repugnancia del tono de voz de aquel hombre, salimos pedaleando lo más rápido que pudimos.
Ya por la noche nos encontramos con Juan Carlillos, un gamberrete de la capital que acababa de llegar al pueblo a pasar las vacaciones depués de haber estado una semana de ruta por Méjico (o eso era lo que nos dijo). Juan Carlillos nos contó las aventuras que nos habiamos perdido después de unos meses sin haber coincidido y así nos pusimos al día de lo que habiamos vivido durante el año. Entre otras cosas nos contó que le había visto el felpudo a su novia en los labavos del colegio y nos contó que era "todo peludo".
Después de meternos una litrona y fumarnos unos Lucky Strike en el bosquecillo nos fuimos a casa de un amigo para sentarnos alrededor de una mesa a jugar a las cartas en el garaje y seguir hablando. En eso que, de los 5 que éramos, dos estuvimos en la cabaña y decidimos contar lo que habíamos visto. No omitimos detalles en calificar como muy misteriosa la presencia de aquella cabaña y sus asquerosos habitantes: gallinas enfermas, un perro rabioso y un hombre de voz como... viscosa. JuanCarlillos que todo y tener sólo 13 años tenía ya mucho mundo corrido, nos comentó que, por los detalles que aportábamos, se trataba de la CABAÑA DEL INDIO. Nos quedamos muy sorprendidos ya que no habían indios en ese pueblo, los indios estaban en América. Juan Carlillos nos aclaró que el término Indio se lo había ganado ese señor por su tonalidad de piel y aspecto facial ya que, todo y ser caucásico, parecía amerindio y por esto la gente lo conocía como el Indio.
Juan Carlillos, que era un peliculero de cojones pero no dudamos nunca de su sinceridad, nos contó las peripecias del Indio y por qué vivía en esta especie de granja de construcción tipo chabola. Por lo visto el Indio se había ganado la mala fama de haber matado niños y se había forjado la leyenda de que incluso comía carne humana. Vivía apartado del pueblo porque hacía muchos años cometió un asesinato y fue encarcelado durante 15 años en los que fue expuesto a todo tipo de torturas. Cuando salió de la cárcel volvió al pueblo donde siempre había vivido pero al recibir el rechazo de sus vecinos se vio forzado a vivir apartado del nucleo urbano llevando una vida de subsistencia a base de consumir la leche que le daba una cabra, agua del río, huevos de gallina y todo lo que encontraba por el bosque. Todo, quería decir todo. Si algún niño curioso se acercaba a la cabaña primero se quedaba con su cara. Si el niño tenía el valor de ir otra vez, le podía amonestar verbalmente con toda una colección de perjurios que harían enfermar a cualquiera. Pero si alguien tenía el suficiente valor de ir de nuevo a molestarle en su lugar de ermitaño retiro, era el momento de formar parte del complemento de su dieta de caza y recolección.
Ante tal relato nos quedamos con ganas de ir a ver de cerca a tal caníbal. Al día siguiente nos acercamos todos a la cabaña del Indio. Allí, escondidos detrás de unos arbustos, vimos que estaba arrojando una serie de huesos largos dentro de un bidón de aceite que en cuya superficie requemada aun se podía leer la marca CEPSA. Acto seguido aquel ser vertió en el bidón un cubo de agua y una serie de polvos que nos daba la sensación de que se estaba preparando un caldo pero ni más ni menos que en un bidón de aceite para motores. Cuando nos percatamos de las dimensiones de los huesos no pudimos pensar otrea cosa de que se trataban de huesos humanos. Aquel hijo de puta se estaba preparando un caldo de persona. Pueden ustedes imaginarse cómo nos sentimos. Yo noté como si una mano invisible me agarrara el estómago por abajo y otra me apresara el esófago impidiéndome que pudiera vomitar. Pese el calor del verano y las amenazas de incendios forestales, aquel hombre encendió la fogata para calentar el caldo humano que se cocería en el bidón de CEPSA. El más pequeño de nosotros no pudo más y marchó corriendo y llorando a moco tendido en un ataque de pánico, lo que provocó que el Indio se percatara de nuestra presencia y mandó al perro a espantarnos o a cazarnos, yo qué sé. Cogimos las bicicletas y salimos pitando.
La verdad, al salir de aquel escenario, no recordábamos si estábamos en la fase en que "se había quedado con nuestra cara" o si ya nos había lanzado la maldición con una colección de insultos y perjurios ya que corríamos y gritábamos, y no alcamos a oir más que una voz viscosa pronunciando no sé qué discurso. Este punto era importante ya que de ello dependía una tercera visita.
Después de mucho pedalear, finalmente llegamos al bosquecillo donde usualmente nos bebíamos nuestras litronas y procedimos a encender unos cigarritos por el hecho de que nos relajaríamos si fumábamos un poco. El humo de aquel cigarrillo fue el más malo de mi vida. No podía saborear el humo del Lucky porque se me mezclaba con el nauseabundo hedor de la cabaña del Indio. Hedor que llevaba yo impregnado en la camiseta. No creo que estuviéramos tanto tiempo en las cercanías de esa choza, pero por poco rato que estuviéramos, los vapores del caldo fueron suficientemente nebulizados como para llegar a nosotros, por la acción del ligero viento, y alojarse en nuestras ropas.
Hicimos un poco de reunión acerca de lo ocurrido y nos dijimos de no volver jamás a aquella cabaña. Pero el morbo era tal que nos llevó a acercarnos una vez más, pero esta vez advirtiendo que quien tuviera miedo sería mejor que se quedara en casa.
Ese mediodía ninguno de nosotros comió. En casa, nuestros respectivos padres se quedaron muy desconcertados y no daban crédito a que sus hijos no probaran bocado ni bebieran un sólo vaso de gazpacho. Lo que presenciamos aquella mañana nos había quitado el apetito pero nos había dejado con otro tipo de hambre. El hambre de volver a observar qué es lo que hacía el Indio en esa cabaña. Ya me dirán ustedes qué es lo que nos llevó a volver a esa cabaña, a volver a mirar a nuestro miedo cara a cara. ¿Qué le haríamos? ¿Qué nos haría si el Indio nos pillaba de nuevo? Nosotros, unos niñatos que fumábamos y bebíamos cerveza de escondidas, que nos dedicábamos a saltar a los huertos a coger manzanas, melones y pimientos sin tener la necesidad real de "tomar prestado" nada ya que en casa nunca faltaba el plato en la mesa, ¿qué nos impulsaba a introducirnos en casa del Indio más cuando no tenía nada él que nos pudiera interesar y no resultaba nada atractiva la idea de encontrarnos con ese humano por los peligros que supuestamente corríamos en caso de ser alcanzados? Nada, nada. Todo y en lo que ahora estoy reflexionando, creo que lo mejor de todo era observar. No observar su casa, su persona, sus enfermas gallinas o su maloliente caldero de refinería petroquímica, lo importante era observar nuestra reacción y nuestro miedo.
Así pues, esa misma tarde nos volvimos a reunir con nuestras bicicletas y pedaleamos hasta las inmediaciones de la casa del Indio. Desde el riachuelo vimos que se alejaba de la casa con una hoz y un capazo y su perro caminaba con su mismo ritmo unos diez metros por delante de él. Cuando ya vimos que se había metido en la espesura del bosque decidimos avanzar y acercarnos a la cabaña. Esta vez, tentando a la suerte, los cinco que fuimos nos armamos de valor para profanar esa casa de los horrores que era la cabaña, penetrando por el corral donde estaban aquellas muertas-vivientes gallinas. No resultó difícil entrar en la cabaña puesto que la puerta carecía de cerradura y quedaba entreabierta. Y es que, visto así, ¿para qué quieres poner cerradura en tu casa si nadie se atreve ni a acercarse?
Dentro de la cabaña descubrimos que se trataba de un sólo habitáculo con los enseres que ya he descrito: una cama desecha, una mesa, todavía estaban los restos de comida otro día, etc... pero vimos cosas nuevas a nuestros ojos. Esta vez no fue mi estómago sinó mi corazón, y como el mío el de los demás, el que fue apresado por aterradoras manos invisibles al ver con mis propios ojos, sobre la encimera de una vieja cocina a butano, la cabeza de una cabra con los ojos desorbitados. Esa cabeza estaba infestada de moscas por todas partes: ojos, lengua y sobretodo por el cuello en donde se había coagulado la sangre del animal. Nos dijimos que era momento de salir corriendo de esa maldita cabaña. Ya habíamos visto suficiente. Era preferible que nos quedáramos con las ganas de saber para qué tenía la cabeza de la cabra pudriéndose sobre la cocina a que nos pillara husmeando en su casa. Pero era demasiado tarde. En el momento que salíamos del corral el Indio estaba a 20 metros de la entrada con lo que nos pilló de marrón y soltando el capazo lleno de hierbajos, enarboló la hoz a la vez que empezaba a correr hacia nosotros gritando no se qué frases que no llegamos a entender dado que su viscosa voz no nos permitía distinguir ni una sola palabra más allá de Ah! y Oh! como si tuviera la boca llena de blandi-blub. Su perrazo, lejos de empezar a correr hacia nosotros, se volvió histérico y no hizo otra cosa que empezar a dar vueltas sobre sí mismo ladrando y tratando de morderse el rabo e hizo que el Indio, en un arrebato de locura, le diera una fuerte patada, que lo desplazó un metro, mientras le ordenaba que nos persiguiera.
No habíamos empezado a levantar las bicicletas del suelo que parecía que ya teníamos al Indio encima nuestro. Y era por la fuerte peste que desprendía, no sólo la cabaña ni las gallinas enfermas, ya era su propio olor putrefacto que supe que ya estaba más cerca. Pudo prender de la camiseta a uno de nosotros haciendo que nos mostrara su cara de poco aspecto amerindio pero con una barba de pelo rebelde de color plomo con trazos amarillos de nicotina en la parte de la boca y nariz, y con una asquerosa espuma en la comisura de los labios.
Finalmente, tras un forcejeo del chaval y unas pedradas por parte de los que estábamos fuera de alcance, logramos zafarnos de las manos del Indio y huimos pedaleando lo más que pudimos. Una vez ya llegamos a nuestro bosquecillo secreto nos sentimos a salvo pero del nerviosismo que teníamos en el cuerpo no logramos ni encender un sólo Lucky. Y de bien poco nos hubiera servido un cigarrillo. Hubiéramos necesitado un Valium10 para sosegarnos.
Decidimos no visitar jamás a la cabaña del Indio y se puede decir que no volvimos a mencionarla hasta el punto de que la aventura se conviertió en tema tabú. Era más que evidente que ya habíamos pasado por la segunda fase de su ritual de caza y ya no sólo se había quedado con nuestras caras y nos había bendecido con sus palabras, si se nos ocurría acercarnos una vez más ya nos podíamos considerar su cena. Aun hoy, veinte años después de los hechos, estoy seguro que si me acerco a la cabaña del Indio, él me reconocerá.
Monday, June 09, 2008
FRANKFURTS, TAPAS Y PLATOS COMBINADOS (5)
Saludos a todos mis hambrientos lectores. Se pensarán ustedes que soy un glotón, pues no van mal encaminados. Como ya comenté en el artículo "El Buffet Libre", me gusta comer y en grandes cantidades. Como ya se pueden imaginar ustedes, si han leído el post que antes les mencionaba, me gusta la comida exótica, sabores que no tengo la oportunidad de experimentar en mi día a día, y siempre que puedo gusto mucho de comprar algo de lo que no es convencional en mi dieta diaria.
El artículo de índole gastronómica de hoy lo voy a dedicar a la comida que sirven en el IKEA. A ver, a mi mujer le encanta el IKEA, sus diseños, pasar el rato mirando muebles, comprando cosas que luego me toca montar a mi. Pero el chuparse el recorrido de los pasillos del IKEA, con el mogollón de peña comprando o, simplemente mirando muebles por pasar la tarde, tiene su recompensa: LA TIENDA SUECA y la CAFETERÍA.
EL HOT DOG IKEA
¿Quién se puede comer un perrito caliente por 0.50€? Vale que no son muy grandes, pero con 2 euros te puedes pegar una merendola guapa, eh? Vamos a describir un poco lo que dan de sí estos bocadillos de Frankfurt a la sueca.
Los frankfurts del IKEA son de unos 20 cm de largo y tienen un diámetro de 1,5 cm. Vienen en unos bollos que pese a ser mucho más pequeños que el frankfurt tienen la medida proporcional justa para que no interfieran en el maravilloso placer de comerse una salchicha de frankfurt con acento sueco. Y digo que no interfieren ya que muchas veces el bocadillo, todo y que es un completísimo gran alimento, puede resultar un nefasto combinado gastronómico por culpa de un exceso de pan que no permita saborear el maravilloso contenido. Por eso quiero remarcar la importancia de que la salchicha sea más larga que el pan y éste sea más bien blandito.
Observemos que las características físicas de la salchicha son de unas dimensiones ideales para permitirnos el lujo de añadir otros aditivos al bocadillo sin el peligro de que se nos desencajen las mandíbulas en el momento de la ingesta. Me refiero a que al ser de un diámetro más bién pequeño, podemos añadir otros ingredientes que encontramos en las otras modalidades del Hot Dog de IKEA y que estudiaremos más adelante.
La carne de los Frankfurts no tiene que importarnos mucho ya que no tratamos amenudo con comida de 50 céntimos el bocadillo y, por tanto, para no llevarnos ningún susto, mejor no nos metamos en qué tipo de carne es. Seguramente sea de cerdo, como todas las salchichas de frankfurt son originalmente, pero por este precio no nos extrañe que algún día descubramos que se trata de un combinado de carnes que no son habituales en nuestra cultura (perro, rata, persona). Sea la carne que sea, la salchicha IKEA está buena y seguro que conserva todas las propiedades organolépticas exigibles a un producto de su categoría. Por esto, no digo que sea una salchicha con la que prevendremos la aparición de escorbuto. No, eso no lo puedo decir porque la enfermedad del escorbuto aparece cuando no se ha ingerido Vitamina C durante largo tiempo, y esta es una vitamina que se encuentra en las frutas y las verduras principalmente... Pero, pese a esta carencia de vitaminas en los preparados cárnicos, la salchicha IKEA es una fuente inigualable de proteina animal a la vez que de lípidos, estos últimos tan necesarios en la formación de la barriga cervecera del bon vivant.
En el proceso de elaboración de todo embutido cocido es emplea la carne debidamente picada hasta su conversión en pasta cárnica para moldear en forma de cilindro y facilitar su digestión. Dentro de esta pasta cárnica tiene cabida todo lo que la imaginación del maestro carnicero acierte a añadir en su búsqueda por la perfección gustativa. Así ya he comentado la posibilidad de algún día encontrarnos con la sorpresa de la adición de otras carnes consideradas tabú, pero lo que es innegable es que el arte de la ingeniería cárnica de los que se dedican a hallar la mejor fórmula para la elaboración de las salchichas IKEA reside en una buena proporción de los ingredientes aderezados con azúcares (glucosa, sacarosa) y otros glúcidos de origen vegetal (almidón, fructosa) para conseguir la perfección en un producto que muchos imaginarán simplemente como un tubo de carne picada.
Sobre los Hot Dogs del Ikea me reitero en comentar que, todo y ser de unos 20 cm y estar servidos en bollos pequeños, tienen buen sabor y que siempre se pueden probar nuevas recetas ya prediseñadas en las que se le añade al frankfurt un ingrediente que se sale: la cebolla frita desecada. Dulzona, crujiente, aromática, que le da a la salchicha el revestimiento ideal para entrar en el más elegante baile de sabores que se celebra en el paladar del IKEA-gourmet. En los bares de nuestras latitudes estamos acostumbrados a consumir el aditivo de la cebolla pasada por la plancha o directamente cruda dentro del bocadillo. Cuando se trata de pasarla por la plancha podemos obtener la caramelización de los aros de cebolla fruto de la cocción en su propia agua a fuego lento, dejando que además de frita quede un pelín cocida dando una textura blanda y un sabor más bién dulzón. Cuando se trata de ponerla cruda en el bocadillo tenemos la sorpresa del crujir en cada mordisco. Pero los suecos van más allá. Ellos se decantan por una variedad de preparación en que la cebolla frita queda de lo más crujiente dándonos además el gran placer de probar un extra de lo más exquisito.
Cuando el dependiente del bar IKEA nos sirve el bocadillo lo provee generosamente de cebolla frita, si así lo solicitamos, y pensamos "dónde vas, animal, que se va a caer toda". Pero por lo que contaba de lo finito que es el frankfurt, te cabe el bocata en toda la boca sin el menor esfuerzo. También hay que admitir que esto es cosa de gente entrenada y cualquier novicio en el arte de la glotonería no puede aventurarse a meterse en la boca medio bocadillo del tirón.
Pero una manjar como el que he descrito requiere de ser regado con uno de los mejores caldos que la viña IKEA ofrece. Aquí viene una de las más gandes oportunidades de gorreo que se pueden presentar para alguien como el que escribió el artículo de "El Buffet Libre". Pues resulta que en IKEA pagas un vaso de tu refresco preferido y lo puedes rellenar cuantas veces quieras en los grifos dispensadores de refrescos. Yo, como ya expliqué en el artículo del Buffet, me decanto habitualmente por las bebidas sin burbujas cuando se trata de reservar espacio para que quepan más cosas en la barriga. Así, si da el caso de que tengo barra libre en alguna cosa procuraré no hincharme el estómago de burbujas y estando en IKEA siempre optaré por probar algo nuevo y exótico:
EL REFRESCO DE JARABE DE ARÁNDANOS
No cabe decir que si tienes que pagar un vaso y te puedes servir los que te dé la gana más vale que comas bien para no pasar hambre pero te reserves algo de espacio para el líquido. Sin más comentarios porque sólo diré que la primera vez que lo probé, al llegar a casa, me pasé 10 minutos meando del tirón. O sea que después de meterme 4 ó 5 frankfurts con todas las combinaciones posibles (con cebolla, solo, con salsita, a tope de ketchup, etc...) me senté en el taburete más cercano a la máquina expendedora de refrescos y pasé olímpicamente de Pepsi, Cola Loca, Mirindas y demás líquidos coloreados con burbujas, y me emborraché del jarabe de arándanos suecos.
La preparación de este jarabe no debe ser más complicada que la de cualquiera de sus hermanos refrescos. Partimos de un concentrado de extractos de arándanos, azúcar, acidulante: Ácido Ascórbico y algún que otro ingrediente de los que empieza por E- y no quieras saber cómo termina, se mezcla con agua del Osmotic o algún otro trasto de estos y la misma máquina, mientras mantienes presionado el grifo, ya se encarga de bombear las cantidades justas de jarabe concentrado y agua casi destilada para que el líquido que cae dentro de tu vaso sea el refesco de moda en Suecia. Es dulce que te cagas y como no tiene las malditas burbujas el refresco entra como el agua. Y bebe, y bebe. Y te llenas, te llenas de ese líquido rojo. A todo esto me gustaría hacer mención que ya me gustaría pillar por banda la botella del concentrado del jarabe de los cojones porque eso ya debe ser lo más, entonces sólo en el caso de que mi garganta no acertara a dejar pasar toda la cantidad de espeso jarabe que me estuviera metiendo directamente de la botella, sería entonces cuando me pondría debajo del grifo para permitir que la versión más aguada del jarabe aligerara el paso de mi cuello para permitir la llegada al estómago de la cantidad congestionada en mi faringe por la acumulación de jarabe en masa.
Ahora quisiera despedir este artículo comentando que seguiré en mi empeño de dar a conocer la gastronomía que he tenido ocasión de probar y de la que he quedado satisfecho en mayor o menor medida. Por supuesto que La comida del IKEA tendrá su extensión en diversas secuelas porque, aunque me han gustado muchísimo los Hot Dog y el refresco de arándanos, hay muchas otras especialidades de las cuales me gustaría hablar y otras que todavía no he probado pero que en cuanto tenga oportunidad me pegaré un atracón para poder hablar con conocimiento de causa en futuros posts dedicados a: La comida del IKEA.
Skål
Tuesday, May 20, 2008
FENÓMENOS PARANORMALES DE LA CIUDAD
A mi me tenía pillado todo el tema de lo paranormal y cosas de esas. Me gustaba hojear las revistas especializadas como Más Allá, Karma 7, Año Cero, seguía alguno de los programas de radio siempre que podía ya que acostumbran a darlos a horas intempestivas, de esta manera me mantenía informado de las historias que contaban monstruos mediáticos como Miguel Blanco, el Professor Sebastià D'Arbó, Jiménez del Oso, etc...
Cuando encontraba a alguien que tuviera alguna anécdota de este tipo para contar yo siempre le escuchaba atentamente y me empapaba de las historias que me narraban. De esta manera me fui haciendo con una buena bibliografía oral que luego me encargaba yo de adornar y terminar de poner fantasía al asunto y poder recitar las historias con más énfasis. Así pues me convertí en un cuenta-cuentos del terror y de la fantasía con gran aceptación por parte de los que tenían la paciencia de escucharme.
Hoy en día no tengo tanta paciencia para escuchar rollos. Es más, soy yo quien lo meto pero sin llegar al putno de convertirme en el come-ollas del barrio (o eso creo) y hasta la fecha creo que aun puedo captar la atención de mi oyentes cuando narro alguna historia relacionada con fantasmas.
Se puede decir que tengo un buén catálogo de cuentos que cualquier día pondré a la luz para que pasen ustedes un buén rato (o un mal rato si son muy aprensivos).
Mis búsquedas de información pasaba por leer el periódico para hallar noticias poco convencionales, aunque las de este tipo no abundaban. No se vayan a pensar que yo era el típico que empezaba a buscar mensajes ocultos entre los textos del periódico para encontrar posibles conspiraciones o mensajes del más allá o de extraterrestres (que haberlos haylos, claro). Dentro de mis lecturas de prensa solía recorrer las páginas de clasificados para encontrar anuncios de parapsicólogos, videntes, etc... únicamente con el fin de saber si había gente dentro del tema paranormal. Y digo únicamente ya que tampoco tenía yo ninguna inquietud en particular por llamar a uno de los teléfonos de los anunciantes, no sé por qué, tal vez porque no necesitaba yo de sus servicios o porque me cobrarían tan sólo por el mero hecho de visitarlos para entrevistarlos y conocer un poco de su actividad y del mundo paralelo en el que se mueven.
EL VIDENTE SALVA
De entre todos los anuncios que encontraba en los clasificados de había uno que no fallaba: EL VIDENTE SALVA. Creo recordar que este vidente, incluso, se había currado panfletos de los que se dejan en los parabrisas de los coches.
Hoy en día, con la llegada de internet, he intentado averiguar si el susodicho vidente está todavía en activo y si tiene algún 906 o una web desde donde anunciarse pero, estarán ustedes de acuerdo conmigo, es un poco difícil poner en el Google "el vidente salva" ya que con estos tags salen un montón de entradas que no tienen nada que ver con el objeto de la búsqueda.
Así, no sé extactamente qué se ha hecho de El Vidente Salva y si todavía sigue en activo o si se arruinó. A decir verdad escribo este párrafo sobre él dado que era uno de los personajes que me dejó un poco out por el mero hecho de ser vidente en una época en la que estuve muy interesado en estos temas, aunque jamás tuviera yo la necesidad de recurrir a ninguno de ellos.
Me dejaba out también su nombre de guerra: "EL VIDENTE SALVA". Jo, macho, te lo podrías haber currado un poco para buscarte el nombre. Vale que te llames Salvador y que tus amigos te llamen Salva y que deseas que tu clientela te trate como un amigo y que, por tanto, te hagas llamar Salva pero no me negarán ustedes, mis lectores, que es un nombre poco llamativo para un vidente. Rappel está bién. Aramís Fuster, también... pero Salva -buf!- ... casi que no. Yo me hubiera puesto algo como, aprovechando el nombre de Salvador: Salvatium, Salvatore (en italiano). No sé, queda más comercial... O si no optara por transformar mi propio nombre, pues: Oculum (ojo en latín); Caster (del inglés tomaría la palabra forecast, previsión del tiempo). En fin, ahí queda el recuerdo hacia este vidente.
EL PROFETA BÍBLICO DE NOU BARRIS
Pero si debo hablar ahora de lo que es el porvenir no puedo pasar por alto a un profeta que nos dejaba sus mensajes escritos en tiza en las paredes de las calles de Barcelona. Fui seguidor de sus escritos, no de sus ideas, ya que era habitual pasear por las calles de Nou Barris, Sant Andreu, Guinardó,... y encontrarse con sus mensajes a la humanidad.
Este profeta de la cristiandad tenía por costumbre escribir mensajes bíblicos en las paredes, como he dicho, en tiza. A veces se trataban de citas textuales de la Biblia y otras veces eran reflexiones y recomendaciones. Y más que reflexiones me atrevería a afirmar que eran advertencias. No recuerdo que en alguno de sus mensajes nos anunciara el fin de los días pero estoy muy seguro que en alguno de sus versículos lo llegaría a mencionar.
Era muy típico reconocer sus mensajes no sólo por el mensaje en sí, sinó porque siempre escribía con letra muy grande, redonda y prácticamente sin separar las palabras ni poner signos de puntuación, con lo cual se hacía muy difícil entender lo que se decía si uno leía el mensaje mientras iba caminando a menos que se detuviera a leerlo con atención. Aun y así era preferible leerlo dos o tres veces para terminar de descifrar la su letra, las pausas del texo y, finalmente, captar el mensaje del escrito. Algunos de sus mensajes decía algo como esto:
"leelabibliaporqueessabiduriacristonosama" y etc...
Pues imagínenese ustedes ni que fuera dos párrafos de letras redonditas, enormes y todas juntas, sin comas o puntos y, por supuesto, ni una sola tilde.
Hace unos meses en Ràdio Contrabanda, el programa Sinaudiencia hizo un pequeño comentario sobre éste profeta calificándolo como uno de tantos grafiteros anónimos de la ciudad de Barcelona. A todo esto añadiría que nuestro querido profeta bíblico barcelonés puede pasar a ser uno de los grafiteros más clásicos de la capital catalana junto con el famosísimo "Xupet Negre" (a veces, y correctamente, xumet) quien dedicaba su obra a grafitear las paredes con su firma: un chupete negro.

Sigamos...
EL PREDICADOR DEL PASEO DE VERDUM
En cierta ocasión, caminando yo por el Paseo de Verdum de la Ciudad Condal, a la salida del metro de Lluchmajor, se me acercó un señor que ya tenía yo visto del barrio pero desde hacía mucho. Jamás nos habíamos dirigido la palabra y dudo que él me tuviera visto o se percatara de mi existencia. Este señor era habitual verle por las cercanías del antiguo manicomio de Verdum (donde acutalmente está el cuartel de la guardia urbana) y por el Parque de la Guineueta, a parte que creo coincidí con él una vez en la cola para entrar al cine Astor.
Aquél día oí su voz por primera vez. Biblia bajo el brazo y vestido con una tupida americana a cuadros, se me acercó abordándome a la salida del metro cuando habíamos caminado en paralelo unos diez metros en dirección al semáforo de la esquina de la Calle Lorena. Veamos qué me dijo:
PREDICADOR: Buenas tardes. Disculpe.
YO: Buenas tardes. ¿Qué desea?
PREDICADOR: ¿Cree usted en Dios?
Yo, chuleta de mi, le quise vacilar y le contesté:
YO: Yo no sólo creo en Diós sinó que también creo en el Demonio.
El predicador se me quedó de piedra, completamente perdido por la respuesta tajante y nada premeditada que le solté. Yo, por mi parte, me sentí reconfortado. Había logrado quedarme con el pavo que de bién seguro, su objetivo era endorsarme una Biblia, una visita con motivos religiosos a casa o invitarme a su congregación de hermanos. Pero cuál fue mi sorpresa cuando el Sr. Predicador buscó la vuelta a mi tajante respuesta:
PREDICADOR: Así que usted cree en el bien y el mal.
YO: Sí.
PREDICADOR: En el amor y en el odio.
YO: Sí.
PREDICADOR: En la justicia y la injusticia.
YO: Sí.
Y entonces es cuando cambió el tono serio y firme de su voz a uno un poco más relajado y cercano con el que me vaciló y se quedó conmigo:
PREDICADOR: Pues, amigo, tú tienes problemaaaas.

Pues sí, amigos, de esta entrada en el fanzine de lo chorra de El Blog Autodefensa les puedo contar que habrán réplicas ya que es un tema suficientemente interesante para poder desarrollar ya que la urbe esconde muchos secretos y personajes con los que he podido coincidir de alguna manera sea en persona o porque me han tocado de cerca o he podido conocer por un medio u otro. Tengan por seguro que les mantendré informados de otros seres que conviven entre nosotros y que, lejos de imaginárselo, ustedes ignoran.
Hasta el siguiente post.